La empresa aeroespacial de Elon Musk, SpaceX, canceló este domingo la décima prueba de vuelo del megacohete Starship, que estaba programada desde la base Starbase, en Boca Chica, Texas.
De acuerdo con la compañía, la suspensión del lanzamiento fue “para tener tiempo de solucionar un problema con los sistemas terrestres”.

El anuncio coincidió con una manifestación de seis embarcaciones lideradas por la organización ambientalista Conibio Global, que realizaban una protesta pacífica en aguas del Golfo de México, a unos cuatro kilómetros de la torre de lanzamiento de SpaceX.
Durante la protesta, dos helicópteros —uno de la Guardia Costera y otro de fuerzas nacionales— sobrevolaron la zona donde los activistas desplegaron mensajes de rechazo a las operaciones de la empresa de Musk.
Elías Ibarra, vocero del colectivo, calificó la cancelación del lanzamiento como una “victoria en memoria de las tortugas y animales marinos”, al denunciar que las pruebas de la Starbase han afectado la fauna por la basura espacial y las explosiones sónicas en áreas naturales protegidas como la Laguna Madre y el Delta del Río Colorado.
Starship: clave en los planes de Musk
El Starship, con 123 metros de altura, es el cohete más grande y poderoso que se ha construido. SpaceX lo considera esencial para cumplir con dos objetivos: enviar nuevamente a astronautas estadounidenses a la Luna y, en el largo plazo, colonizar Marte.
Sin embargo, los repetidos fracasos han puesto presión sobre la empresa. En meses anteriores, las pruebas terminaron en explosiones que arrojaron escombros en playas del Golfo y forzaron restricciones aéreas en el Caribe.

Pruebas de Starship un riesgo ecológico: ambientalistas
Mientras SpaceX avanza en su desarrollo tecnológico, los ambientalistas intensifican su oposición. Conibio Global advierte que las pruebas del Starship representan un riesgo ecológico para especies marinas en peligro y para los ecosistemas del noreste de México.
La cancelación de este domingo, aunque obedece a razones técnicas, fue interpretada por los activistas como una señal de que su presión comienza a visibilizar el impacto ambiental de los lanzamientos.
