Viernes santo, una de las más representativas y profundas conmemoraciones para los católicos que abundan en el estado de Guanajuato, día en que muchos realizarían ayuno, penitencia y el cerro del cubilete en Cristo Rey estaría lleno de quienes acuden a cumplir sus mandas, pero este año no es así debido al covid-19.
Los caminos que en años anteriores lucían llenos de peregrinos que recorrían kilómetros a pie e inclusive de rodillas, hoy son antecedidos por un letrero que indica "Por responsabilidad y obedicencia quédate en casa" y es que a raíz de la pandemia, las celebraciones de este año se llevarán a cabo de manera privada.
Aún así, existe quienes tienen más fe que miedo al virus, tal es el caso de el señor Antonio quien a sus 63 años caminó junto a sus tres nietos desde la comunidad de "Tuna Mansa" para ver como cada año desde hace décadas al Señor de Cristo Rey.
"Decidimos venir por el gran amor y devoción que tenemos" comentó Antonio, quien recuerda que la primera vez que acudió fue cuando era apenas un niño de cuatro años.
Y es que según afirma, es más su devoción a Dios, que la credibilidad que tiene para con las autoridades"Este es un día de celebración, ya sea que algunos lo hagamos desordenadamente y otros muy ordenados, ese es mi orden de vida que cada año con año vengo a celebrar la muerte de Jesucristo aquí, en compañía de miles de personas" agregó.
Por su parte, Manuel Gutiérrez de Irapuato, quien en compañía de sus cinco sobrinos acudió a la cita que tiene desde hace 10 años, comentó que sabía que estaría cerrado el acceso, pero mantenía la esperanza de poder estar cerca por lo menos un momento para recibir la bendición.
"Tenemos 10 años viniendo año con año, no quisimos perder la tradición, la fe, por eso nos animamos a venir" agregó.
Y es que a pesar de las recomendaciones de las autoridades tanto gubernamentales como eclesiásticas, optaron por salir de casa pese al riesgo de contagio "Pues si tenemos miedo, pero como tenemos fe, esperamos que no nos pase nada" comentó.
Cabe destacar que no sólo los feligreses se vieron decepcionados, también los habitantes de la localidad cuyos ingresos dependen de la venta de alimentos que se genera con los turistas, pues hoy los locales se mantienen cerrados y las calles vacías, todos en espera de regresar a la normalidad.