Una semana ajetreada y “llena de lata” es la que ha vivido el artista Manuel Felguérez.
Primero, porque recibió la condecoración doctorado Honoris causa por la Universidad Autónoma de Zacatecas, y después participó en la inauguración de la exposición Geometría sin fin, propuesta por la Colección Femsa e instalada en el Museo de Arte Abstracto “Manuel Felguérez”.
Sin embargo, el pintor y escultor zacatecano se ha dado a la tarea de recorrer la exposición, de dar una vuelta a su museo, además de atender las entrevistas de diversos medios.
En charla con MILENIO Monterrey habló de sus primeras visitas a su ciudad, de las colecciones “atípicas” de los empresarios regiomontanos y cómo fue que una obra suya terminó en la oficina del empresario Roberto Garza Sada.
Recibió el Doctorado "Honoris Causa" por la Universidad Autónoma de Zacatecas, ¿cuál es su sentir por este reconocimiento?
Pues, por un lado, tanto homenaje y tanta fiesta pues me debo sentir feliz pero no, porque es mucha lata. Siento que a lo largo de la vida he hecho una obra importante, pero creo que lo que debe importar es la obra no el individuo, a mí me tocó hacerla y ya.
¿Cómo recuerda su trayectoria al recorrer los pasillos del Museo de Arte Abstracto que lleva su nombre y resguarda su obra?
Siempre creí que el arte es creación, y por lo tanto, siempre traté huir de la repetición, entonces he trabajado como en series, dos o tres años ando buscando algo y cuando siento que ya lo encontré, empiezo a buscar otra cosa. Por eso no es una línea continua, hay quiebres donde va descubriendo uno nuevas posibilidades.
Por ejemplo, si tú me enseñas uno de los cuadros de allá arriba (refiriéndose al museo), o de algún coleccionista, te puedo decir de qué década es porque cada obra va teniendo su tiempo.
Una característica del arte es siempre responder a su tiempo.
En esta generación llamada de "La Ruptura", ¿ustedes creían que estaban aludiendo a su tiempo?
El nombre
La Rupturaempezó a utilizarse hasta los 70, al principio cuando empezamos nadie sabíamos que estábamos rompiendo con algo, estábamos haciendo nuestro propio camino. Eso sí, estábamos trabajando sobre un rechazo común, generacional, al arte llamado mexicano de la Revolución Mexicana, no queríamos pintar como Rivera.
Siempre lo repito en la pintura fue muy claro, pero “la ruptura” vino también desde el teatro, la literatura y la danza.
¿Cómo inició su etapa de trabajo en Monterrey con obras como el mural "El espejo", en Planetario Alfa, o su escultura "Akra"?
Cuando empecé a ir a Monterrey la gente, que después iban a ser los que iniciaban con las colecciones de arte, tenía como colecciones animales disecados. Cualquier casa de los Sada tenían su salón lleno de trompas de elefantes, colmillos de jabalí, esas eran sus colecciones.
Cuando Guillermo Sepúlveda pone su galería empieza a introducir el arte llamado moderno y empieza a tener respuesta. Tuve la suerte que una de mis piezas fue a dar a la oficina de don Roberto Garza Sada y ése fue mi éxito. ¿Por qué estaba ahí? Porque esa oficina la decoró el arquitecto Mario Pani y ahí puso una de mis obras, yo siento que a partir de ahí se acabó el problema y se empezaron a interesar en mis obras.