Hace un año y medio, Antonio Herrera, de nacionalidad hondureña y ahora de 20 años de edad, al ver la pobreza y sufrimiento de su familia decidió que se pondría a trabajar en su país, guardar un "dinerito" y migrar a los Estados Unidos para ayudarlos.
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Acción que emprendió hace seis semanas, luego de que a la problemática en que vivían se le sumó la presencia en su colonia de los grupos llamados "Maras", quienes les quitaban el poco dinero que podían conseguir trabajando.
Las primeras tres semanas de esta "aventura", narró, quedaron atrás como la parte más complicada del viaje luego de que en ese lapso le tocó ver morir a compañeros que caían del tren, él mismo haber sido golpeado por una rama de un árbol mientras viajaba por ese medio, además de presenciar el abuso del que eran objeto otros de sus hermanos centroamericanos.
"El camino por México es muy duro, aguantas hambre, caminas mucho, miras cosas, como hermanos que se caen del tren, se mueren, o que los golpean, los roban, muchas cosas.
"El plan está así, como no tengo dinero, sí voy a llegar a Estados Unidos", señala.
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Antonio actualmente lleva tres semanas en Monterrey y es uno de los casi 350 migrantes que recibe apoyo en la Casa Indi, sin embargo recalcó su intención sigue siendo la misma: buscar un mejor futuro para su familia, no quedarse en México y "sin miedo" intentar "cruzar al otro lado".
