Desde temprana edad, la doctora Elizabeth Ramírez Cooremans tuvo claro que la medicina sería su destino profesional. Fascinada por la complejidad del cuerpo humano y motivada por el ambiente familiar —con un padre dentista y una hermana interesada también en temas de salud—, encontró en la ciencia médica su vocación.
Hoy, como endocrinóloga, su mayor satisfacción radica en mejorar el bienestar de sus pacientes. Su trayectoria ha sido demandante. Con más de 14 años de formación continua -entre licenciatura, especialidades, alta especialidad y actualizaciones-, ha sido testigo de los profundos cambios en la atención médica, la tecnología y la percepción social sobre el cuidado de la salud.
Como endocrinóloga, atiende patologías que llegan a pasar desapercibidas: diabetes mellitus, trastornos tiroideos, osteoporosis, síndromes hormonales masculinos y femeninos, hipertensión secundaria o problemas de la hipófisis.
“Las hormonas influyen en todo el cuerpo; es una especialidad que exige una visión global del organismo. Podemos ver cambios cerebrales, musculares, cardiorrespiratorios o abdominales”.
Egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), pronto dejó Torreón para especializarse en Medicina Interna en el Centro Médico Nacional Siglo XXI.
Posteriormente cursó la especialidad en Endocrinología en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, donde también cursó una alta especialidad en enfermedades Tiroideas.
En entrevista con MILENIO, recuerda: “Desde pequeña supe que quería ser médica. Nunca dudé. Mi hermana y yo leíamos un libro llamado Nuestro asombroso cuerpo, y nos maravillábamos con la complejidad del organismo humano. Ella es médica, dermatóloga. Mi papá, dentista, trabajaba en el IMSS y nos compartía muchos casos clínicos, lo cual alimentó aún más esa vocación”.
Medicina de calidad
Tras 13 años de ejercicio médico, su inclusión a prestigiadas asociaciones mexicanas y norteamericanas han sido constantes, pero es quizás el reconocimiento de sus pacientes el más valorado.
Defiende con firmeza el equilibrio entre su ejercicio profesional y su rol como madre.
“Soy muy celosa de mis tiempos familiares. Por eso no extiendo mis horarios, aunque quisiera ayudar a más pacientes. La familia merece tiempo, no le das el tiempo que sobra del día”, dice mientras subraya el valor de su red personal.
Orgullosa de su alma máter y de la calidad de la medicina que se ejerce en La Laguna, dice que es un privilegio que los habitantes de esta zona rara vez tengan que salir a recibir atención médica, y por el contrario, aquí se reciban pacientes de otras regiones.
"Torreón ha avanzado muchísimo. Tecnología de punta, cirugía robótica, hospitales y una comunidad médica altamente preparada”. A los estudiantes de medicina les deja un mensaje: “Elijan con pasión, no por conveniencia. Esta carrera es demandante, implica renuncias, así como grandes satisfacciones. Si hacen lo que aman, el éxito llega solo”.
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