Aunque la depresión estacional es algo que usualmente se habla en un contexto adulto, hay menores y adolescentes que lo pueden experimentar, por ello es importante que padres de familia y personas alrededor de ellos sepan cómo es que se puede ver esta situación en ellos y apoyarlos para que este trastorno no evolucione a una situación mayor.
Maribel Borrego, psicóloga infantil y adolescente, comenta que, a grandes rasgos, la depresión estacional es un tipo de trastorno del estado de ánimo que aparece en ciertas épocas del año, con mayor frecuencia en otoño e invierno.
Menciona que el hecho de que se dé más frecuentemente en estas fechas está relacionado con la disminución de la luz solar, y esto genera cambios emocionales, conductuales y físicos, como tristeza persistente, baja energía, irritabilidad, alteraciones del sueño y del apetito, y pérdida de interés por actividades que antes resultaban agradables.
¿Pueden padecerlo niños y adolescentes?
“Aunque suele asociarse más con adultos, la depresión estacional también se presenta en niños y adolescentes, solo que muchas veces pasa desapercibida. En estas edades puede manifestarse más como irritabilidad, apatía, problemas escolares o aislamiento, lo que hace que se confunda con etapas o problemas de conducta y no siempre se identifique a tiempo”, declara Borrego.
Este tipo de trastornos del estado de ánimo es muy importante que se atiendan adecuadamente, pues puede afectar el desarrollo emocional, el rendimiento escolar, la autoestima y las relaciones sociales.
Añade que, en algunos casos, puede evolucionar hacia cuadros depresivos más severos, aumentar la ansiedad o favorecer conductas de riesgo para los chicos. Además, el mensaje implícito que recibe el niño o adolescente es que su malestar no importa o no merece atención.
¿Qué se puede hacer en estos casos?
Para ayudar a los niños y adolescentes que se encuentren en un estado vulnerable como puede ser el de la depresión, indica que es fundamental validar lo que sienten, sin minimizarlo ni etiquetarlo como flojera o exageración.
“Mantener rutinas estables, favorecer la exposición a la luz natural, promover actividades físicas y espacios de expresión emocional ayuda mucho. Y, sobre todo, buscar acompañamiento profesional cuando los síntomas son persistentes o interfieren con su vida diaria”.
Concluye haciendo hincapié en que la salud mental infantil no es un lujo ni algo que se atiende solo si sobra tiempo, pues el detectar y acompañar a tiempo puede marcar una diferencia en la forma en que esta población aprenden a relacionarse con sus emociones y con el mundo. “A veces, escuchar y actuar a tiempo es la mejor forma de prevención”, finaliza.