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“Los vecinos movieron los escombros y nos sacaron”

Jaime Tirzo y su esposa quedaron sepultados durante media hora en su casa derruida en el pueblo de San Gregorio, en Xochimilco, donde dicen que vivieron una pesadilla.

En menos de seis segundos la casa de Jaime Tirzo pasó de concreto al polvo. El patrimonio que a él y a su esposa les costó construir durante más de 40 años, hoy ya no existe. En su lugar solo hay vestigios de lo que hasta el martes 19 fueron puertas, ventanas y muebles.

El día del sismo, él estaba en la biblioteca de su casa junto a su esposa, Ángela. Se disponían a comer cuando de pronto, las lámparas de la habitación comenzaron a tambalearse y el piso a fracturarse.

Intentaron salir, pero el movimiento los hizo chocar entre sí y cayeron al suelo. No podían creer lo que estaban viviendo.

“El techo de mi casa se comenzó a desplomar, una nube gris se formó y las paredes no dejaban de crujir. No supimos en qué momento nuestra casa se nos vino encima”, recuerda el hombre de 72 años.

Pasaron bajo los escombros más de 30 minutos. Sobre su cuerpo el peso de la loza les impedía respirar. Sus manos estaban inmovilizadas y de no haber sido por el compadre de Don Jaime, que salió corriendo de su casa, “hubiera pasado una tragedia”.

“Lo que hicimos fue quejarnos, gritar y pedir auxilio. Casi enseguida mi esposa se desmayó, me sentí impotente, pues no sabía qué hacer, ya no soy un joven y mis fuerzas me traicionaron”.

Bajo la loza, poco a poco la boca se le llenó de tierra y entre más gritaba más energía gastaba.

“Cuando sentía que no podía más mi compadre se acercó, levantó una piedra y nos vio. De inmediato se escuchó el llamado que le hizo a todos los vecinos, eran como 40, levantaron parte de los escombros y nos sacaron. Mi mujer tardó en despertar. Yo pensé lo peor”, cuenta el profesor jubilado.

Ángela tardó un minuto en despertar. Fue auxiliada por una de sus ex alumnas. Pero, dice, le hubiera gustado mejor permanecer inconsciente.

“Para mí lo que veían mis ojos era una pesadilla. Mi casa se había hecho añicos. Mis vecinos estaban gritando. Los niños en las calles no dejaban de llorar y una espesa nube de polvo cubría San Gregorio. De verdad parecía de película”, dice la mujer de 76 años, a quien las clases en una escuela primaria le permitieron ver crecer a todos sus vecinos.

Con el derrumbe, Jaime asegura que no solo perdieron su casa, sino también su historia.

En su biblioteca él guardaba una serie de revistas, periódicos y libros que narraban la historia de San Gregorio Atlapulco. Ediciones únicas que explicaban cómo poco a poco los xochimilcas se habían instalado en esta zona, conocida como el “Campo de flores”.

Los gritos de los vecinos se intensificaban conforme regresaban al interior de sus casas.

Paredes fracturadas, columnas agrietadas, pisos abiertos, techos quebrados y casas ladeadas eran una constante. “A nuestro pueblo se lo había llevado literalmente la chingada”.

San Gregorio pasó de ser un pueblo fiestero a un pueblo fantasma y el diagnóstico de Protección Civil era aún más difícil de digerir.

“Nos dijeron que había más de 400 casas dañadas, que la iglesia había perdido uno de sus cúpulas y que al menos 200 hogares serían derrumbados, pues habían quedado inhabitables. Muy poco se salvaría de nuestro Atlapulco”, dice Jaime.

El saldo tras el sismo fue de ocho muertes, más de 300 heridos y 200 crisis nerviosas atendidas.

Pero a pesar de esto don Jaime continúa de pie y dice que deberá comenzar de cero. “La vida me dio un estirón más y lo voy aprovechar. Tengo una familia, tengo nietos y ellos me necesitan más que nunca: los xochimilcas nunca nos rendimos”.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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