Usaron un sistema secreto de comunicaciones para arreglar el pago de sobornos. Una detallada hoja de cálculo indicaba quién recibió qué, todo bajo un sistema de nombres clave. Y para supervisar todo, había un departamento entero en la constructora brasileña Odebrecht, cuyo propósito era asegurar que los pagos se hicieran sin contratiempos.
Aunque los acuerdos frecuentemente se cerraban entre cenas y cafés, no había nada al azar en la amplia red de corrupción que los fiscales investigan en Brasil y que involucró a cientos de políticos a cambio de conseguir contratos estatales, legislación benéfica y otros favores.
La Corte Suprema indaga a 100 políticos con base en testimonios de ejecutivos actuales y pasados de Odebrecht y en ellos describen cómo la corrupción era parte del negocio.
“Había una regla: o le damos a todos o a ninguno”, explicó Emilio Odebrecht, presidente de la junta de la empresa, en referencia a los pagos a políticos.
Al parecer, Odebrecht se decantó por la primera opción. Documentos judiciales difundidos esta semana y declaraciones de los fiscales muestran la forma organizada cómo la empresa manejaba millones de dólares en coimas.
La trama era supervisada por la llamada División de operaciones estructuradas, el “departamento de sobornos”, como le dicen los investigadores. Esta tenía su propia jerarquía y contadores. También usó el sistema secreto de comunicaciones Drousys para reportar pagos internos y externos.
Los pagos se detallaron en hojas de cálculo guardadas en el sistema Drousys, según un testimonio judicial. En dichas hojas, los políticos que recibían pagos y los intermediarios que los entregaban eran mencionados con apodos.
Eliseu Padilha, hoy jefe de personal del presidente Michel Temer, era Primo. El ex alcalde de Río de Janeiro Eduardo Paes era Pequeño nervioso. Otros eran Decrépito, Viagra y Drácula.
Un congresista incluso protestó en su página en Facebook cuando su apodo —“totalmente feo”— fue reportado en la prensa local el año pasado.
Los empleados en Odebrecht posiblemente se divertían con los sobrenombres, pero sus revelaciones muestran que se tomaban la corrupción en serio.
Los políticos niegan haber actuado mal y muchos manifestaron que lo que recibieron de la constructora fueron contribuciones legítimas de campaña.
En Río, se divulgó que este entramado involucra también obras de la mitad de los estadios de futbol utilizados para la Copa del Mundo de 2014.
Testimonios de ejecutivos de Odebrecht que negociaron acuerdos, publicados por la corte suprema de Brasil, apuntan a irregularidades en la construcción o financiamiento de seis estadios: el Maracaná, en Río de Janeiro; la nueva Arena Corinthians, de Sao Paulo, y los estadios en Brasilia, Recife, Fortaleza y Manaos.
Los testimonios abren la puerta a posibles pesquisas por corrupción, financiamiento ilegal de campañas y fraude, presuntamente de políticos involucrados en la organización del torneo.
En el caso del Maracaná, un ex ejecutivo dijo que el entonces gobernador de Río, Sergio Cabral, solicitó coimas por contratos para remozar el estadio, y presionó para que se sumara otra constructora al proyecto. El ejecutivo no reveló cuánto dinero recibió Cabral por el negocio. La remodelación del famoso estadio se presupuestó en unos 200 millones de dólares, pero al final costó más de 300.
Sobre la Arena Corinthians, los ejecutivos de Odebrecht dijeron que debió costar 100 millones de dólares, pero al final fueron más de 300 millones.