Netflix revolucionó la televisión abierta y la televisión de paga. ¿Hará lo mismo con las salas de cine?
En el pasado, si el público quería ver una película de estreno de calidad tenía que ir a una sala de cine o esperar algunos meses a que fuera transmitida por un sistema de televisión de paga. Ya no. Para ver la recién estrenada Roma, del director mexicano Alfonso Cuarón y una de las películas más esperadas y mejor reseñadas del año, solo hace falta estar suscritos a Netflix.
El esquema tradicional de cine, el cual se basaba en ventanas de tiempo de exclusividad para que las salas de cine proyecten películas de estreno y está vigente desde hace décadas, está siendo atacado por Netflix, la disruptiva empresa de medios.
No me sorprendería que Roma fuera vista en un futuro como un punto de inflexión en el negocio de las salas de cine.
Me queda claro que las salas de cine no perderán su atractivo de un día a otro. Es agradable salir de casa para ir al cine con los amigos y socializar. Además, su producto no se limita a proyectar películas de estreno. Su oferta de valor es mucho mayor: grandes pantallas, nítido sonido, cómodas butacas, ricas palomitas. Los cines mexicanos, y en particular Cinépolis, han sido pioneros en reconocer que tienen que brindar una amplia y grata experiencia a sus clientes para motivarlos a salir a la calle y comprar un boleto. De aquí innovaciones como las salas VIP, la compra en línea vía apps, asientos numerados y su excelente calidad visual y acústica.
Sin embargo, la intención de Netflix de producir cada vez más películas como Roma y de ponerlas a disposición inmediata de sus suscriptores al momento de su estreno sin duda tendrá un impacto. Para dimensionar qué tan comprometida está la plataforma de streaming más popular del mundo con su estrategia cinematográfica basta mencionar que planea ofrecer más de 50 películas originales al año, algunas con presupuestos superiores a 200 millones de dólares. Estamos hablando de competencia directa a los estudios de Hollywood.
Hasta ahora los cines no han sentido las consecuencias. En Estados Unidos, más gente fue a las salas de cine en 2018 que nunca. Aunque todavía no tengo los datos de cierre en México, puedo suponer que la afluencia durante el año también fue elevada. Hay quienes afirman que Netflix y servicios similares, con su mayor producción de películas de calidad destinadas directamente a sus clientes, no les comerán mercado a las salas de cine, sino que servirán para ampliar el pastel de entretenimiento.
Ya veremos. Yo tengo mis dudas. Como hemos visto con la televisión abierta y de paga, los cambios pueden ser repentinos. Un año las cosas pintan bien y al otro se desmoronan. ¿Cuánta gente querrá comprar un boleto de cine, por más bien equipado que esté, cuando puede ver la misma película gratis en la comodidad su casa? No cabe duda qué algunos lo harán. Pero otros no.
juliose28@hotmail.com