1. La crisis que está viviendo la Iglesia Católica por los escándalos de pederastia quizá no tenga precedentes. Al interior de la misma está provocando una gran preocupación ya no digamos en los culpables de abusos a menores –una minoría entre el total de clérigos–, por miedo a ser denunciados y encarcelados, sino también en los obispos, acostumbrados a tratar, en el pasado, de una manera demasiado benévola cada caso, a diferencia del día de hoy en que les juzga con protocolos sumamente estrictos. El mismo papa Francisco…
2.…ha sido objeto de ataques internos, de un fuego amigo que lo incluye entre los encubridores, pero que, en realidad, busca desacreditar a Bergoglio por su esfuerzo de reforma eclesial. Por otra parte, y de manera muy superficial, se argumenta que la causa de la pederastia habría que encontrarla en el celibato obligatorio –norma que, es cierto, debería ser analizada a profundidad–, cuando está comprobado que, en su gran mayoría, los pederastas están casados. El problema es más complejo, y refleja una forma de ser en la Iglesia…
3.…en la que algunos clérigos pensaron ser impunes. Es por ello que comparto lo dicho por Francisco de Roma, quien en una carta del pasado 20 de agosto encara el creciente crimen de abusos infantiles. En el texto, el Papa argentino sostiene que: “…cada vez que hemos intentado reducir a pequeñas élites –es decir, al clero– todo el pueblo de Dios… demostramos una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia”. Y me parece que aquí está una de las claves del problema, porque además de un grave trastorno en el agresor…
4. …estamos ante una manera errónea y nefasta de discernir el ser clérigo. Y es que en vez de autocomprenderse como servidores, existen algunos clérigos que se creen merecedores de atenciones especiales; su función se percibe como un privilegio y no como una ofrenda de la propia vida; si bien prometen renunciar a lujos materiales, terminan por buscarlos; se sienten superiores a los laicos, quienes –también es preciso reconocerlo– con frecuencia acentúan esa supuesta preeminencia; no se distinguen por su humildad, sino por su soberbia.
5. Y es aquí en donde, creo, reside gran parte de la problemática en torno al trato que se le ha dado a la pederastia en la Iglesia Católica: los clérigos abusadores –como muchos políticos delincuentes– se sienten impunes. Dado que no se perciben como simples mortales, sino como semidioses, no pueden estar sujetos a las leyes civiles. De ahí que delinquir lo entienden, si acaso, como una imperfección o una falta a la disciplina, pero no como la ejecución de un crimen. Con esos argumentos tratan de –y muchas veces lo logran– convencer a sus víctimas.
6. Desterrar el clericalismo, entonces, es requisito fundamental para acabar con la pederastia. Así lo dice Francisco en la carta referida: “Decir no al abuso es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo”. Y para lograrlo se necesita una doble tarea. Los clérigos, por su parte, deben resignificar el sentido de su ministerio, alejando de él cualquier forma de impunidad. Los laicos, sus amigos, les pueden ayudar recordándoles, con cariño pero con firmeza, el compromiso establecido, y el origen de su misión: el seguimiento de Jesús.
7. Cierre ciclónico. ¿La mejor afición de México? Lo sucedido antes del pasado Clásico regio pone en duda, otra vez, tal afirmación. Dirán que la violencia no es exclusiva de la fanaticada tigre y rayada, que esos grupos delictivos no representan a las dos gloriosas instituciones, y que sus integrantes son pandilleros y, de seguro, están mal de la cabeza –dementes– por ser adictos a alguna droga. ¡Qué curioso! Así se llaman sus barras, promovidas por los grandes consorcios locales, que las apoyan, las fomentan, etcétera: Libres y lokos, y La adicción.
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