Como suele suceder con casi todos los fenómenos políticos mediáticos de la actualidad, la marcha del domingo terminó en realidad por tratarse de algo muy distinto de su pretendido propósito original. En teoría, un sector de la ciudadanía habría decidido organizarse por lo que percibe como un ataque gubernamental al INE, plasmado en la propuesta de reforma electoral que, principalmente, propone reducir el financiamiento al mismo, así como a los partidos políticos, y el número de curules de los legisladores. De ese modo, la lógica dictaría informarse sobre la reforma propuesta y en dado caso argumentar con fundamentos por qué es inconveniente, en qué sentido supondría la desaparición del INE, por qué es mejor seguir con 500 diputados, etcétera. En vez de ello, desde el hashtag “#ElIneNoSeToca” se puede ver una declaración de principios pues, ¿bajo qué lógica el INE sería “intocable” o no sujeto a reformas a sus estructuras de funcionamiento? ¿Sería acaso un órgano tan perfecto e inmaculado como para asumirse intocable?
Después, el burdo video de su presidente, que finge primero estar leyendo el periódico casualmente, para de pronto voltear como sorprendido a la cámara, y pronunciar un discurso preparado (que seguramente está leyendo), donde de manera vaga hace suyo el discurso de los organizadores de la marcha, es abiertamente un despliegue de propaganda. Y eso por parte de un árbitro electoral que, si algo debiera ser, es neutro. De nuevo, otra cosa sería si el presidente del INE argumentara punto por punto por qué no es adecuada la reforma que se pretende realizar a su organismo, pero en tiempos de redes sociales y desinformación, opta más bien por el efecto mediático simplón, pese a que uno de los principales argumentos de los más visibles defensores de la marcha es que se trata de la “gente pensante” (Chumel Torres dixit), y no del pueblo al que se le acarrea y se le engaña con una torta y un refresco. Así que este es el nivel argumentativo de la autodenominada gente pensante, del “pueblo bueno que se convirtió en ciudadanos” (Alejandro Rosas dixit).
Y no es irrelevante a nivel simbólico la presencia fervorosa de personajes como Vicente Fox, Margarita Zavala, Roberto Madrazo, Francisco Labastida y Elba Esther Gordillo, a los que ni siquiera los principales acólitos de la marcha podrían calificar como demócratas. Ni es tampoco irrelevante que se trate aún del mismo presidente del INE (que lleva 8 años en el cargo) que en un audio se ríe de las “dramáticas reuniones con los padres de Ayotzinapa” y arremeda en tono de burla a un líder indígena ("Yo jefe, gran nación Chichimeca, vengo Guanajuato. Yo decir aquí: o diputados para nosotros o yo no permitir tus elecciones”). Pues para estas cúpulas políticas, mediáticas e institucionales lo que está en juego está quizá mejor expresado por el video viralizado de la señora que asistió a la marcha, y piensa que la reforma electoral es una maniobra para seguirnos gobernando “desde su ranchito”, y que se siente discriminada por su color de piel blanca (¿?). No estamos ante un asunto de reforma electoral, sino una ofensa de clase, y desde ahí se organiza la defensa. Pretender que la organización y difusión mediática de la marcha del domingo fue otra cosa, es participar de la simulación.
Eduardo Rabasa