Cultura

Del prejuicio a la libertad

¿A quién le importa la muerte de un hombre que atendió pacientes cuya alma vivía en desequilibrio emocional? Pensabas frente al féretro de Antonio Cué Ochoa, que nació en 1937 y llegó a los 81 años de edad. Tanto ocultar la fecha para que la huesuda lo revelara a la hora de incinerarte. Tú jurabas que era más joven, que no llegaba a los 70. La verdad nos alcanza cuando fenecer no es más que un trámite para el tránsito al polvo de la tierra…

Antonio Cué fue activista de los derechos gays desde el inicio de la década de los 70. Era un ser incomprendido por el movimiento homosexual porque fue de los primeros que auscultó en México razones de esa sexualidad masculina y femenina. Decía: “Darle espacio al prejuicio de manera deliberada” para encontrar que “no hay nada pernicioso”. Trabajar con la “disolución de la coraza”, primero el awareness o “concientización” y después la bionergética, sus métodos de trabajo. Fundadores de aquel movimiento —hombres y mujeres—, pasaron por Avenida Revolución 1653 y muchos de ellos salieron de allí directo a la calle, en defensa de sus derechos humanos.

¿A quién le importa la muerte de un histórico del movimiento en un país donde la diversidad sexual despierta en pañales? Juan Jacobo Hernández escribió en Facebook: “Es el verdadero partero del movimiento de liberación homosexual. Sin su guía y apoyo a través del enfrentamiento con nuestros miedos y el reconocimiento del dolor social y emocional del prejuicio, la intolerancia y la homofobia, no habríamos podido salir con la contundencia que lo hicimos. Se va un gigante discreto, solidario y amoroso, amado y respetado líder”. Xabier Lizarraga igual comentó en su muro: “Un hombre que abrió caminos y conciencias. Mucho de lo que somos y podemos hacer tenemos que agradecérselo a SexPol y su gente”. SexPol es el grupo que Cué fundó en 1975, aunque desde antes había empezado su labor callada que hoy le agradecemos los que fuimos a ese grupo —“las acorazadas Potemkin”—, como solía burlarse Carlos Monsiváis.

Te fuiste el 30 de noviembre pasado y el primero de diciembre fuimos a tu casa en Querétaro para despedirte. Tu ausencia será un recuerdo alegre porque la tristeza es para los que no aman la vida, justo lo que nos enseña La Parca. Los duelos tendrían que ser una celebración. Y por fortuna eso pasó en tu despedida: nada religioso. Unos ritos indígenas te dijeron adiós, con sus cantos y costumbres. Mecer el féretro a los cuatro vientos fue un llamado a la Naturaleza, esa que da y quita. Vete tranquilo, Antonio. Tu pareja por más de 30 años, Disiderio Däxuni Sánchez te dedicó su coreografía, “Tetralogía de Edipo”, sin lágrimas, con la inteligencia emocional de festejar tu partida.

No es una nota necrológica (espero). Es un recuerdo apretado de lo que diste a la vida que tarde o temprano nos abandona para dar paso a lo que callamos, esa muerte que en realidad es una memoria de la existencia. Me quedo con tus últimas palabras: “Veo una ciudad con una forma de conciencia homosexual que se generó en aquellos tiempos, como si hubiéramos logrado alinearnos a una especie de progreso humano”.

Así, en Monterrey, un diputado de Morena —Juan Carlos Leal—, cuestiona la vida gay. A seguir peleando para expulsarlo. La lucha sigue…

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Braulio Peralta
  • Braulio Peralta
  • juanamoza@gmail.com
  • Periodista, ensayista y editor. Autor de Otros nombres del arcoíris, El poeta en su tierra, diálogos con Octavio Paz, De un mundo raro, un libro de crónicas de sus personales viajes como corresponsal en España, y El clóset de cristal. Publica todos los lunes su columna La letra desobediente.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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