Es evidente que por acción u omisión, las redes de corrupción y ordeña ilegal de hidrocarburo se dejaron expandir por años, sin que nadie tomara en serio la amenaza. Por si esto no fuera suficiente, las líneas de acción presentadas por el equipo de Peña Nieto parecen tener más tintes de simulación que de una sólida medida para salir de la crisis. En principio, no hay un diagnóstico serio del problema. Tampoco se han presentado indicadores técnicos que permitan a expertos y ciudadanos evaluar el seguimiento de manera transparente. No sorprende que el gabinete de seguridad no contemple mecanismos eficaces para evitar el delito. Por todo ello, no es exagerado suponer que, de no cambiar el rumbo, la ordeña de tomas clandestinas seguirá explotándole —literalmente en la cara— a la actual administración federal.
JOS