Endurecidos por años de conflicto, parece que el gobierno de Venezuela y sus opositores no ven la ironía del hecho de que, por un lado, se van a sentar en conversaciones de paz con el Vaticano como mediador y, por el otro, se preparan para tener un enfrentamiento esta semana en una pelea callejera potencialmente sangrienta.
Hablemos primero del Papa, su oferta para supervisar las negociaciones entre el gobierno del presidente Nicolás Maduro y la coalición de la oposición de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) tiene buenas intenciones, pero probablemente resulte infructuosa.
Maduro, en una visita a Roma la semana pasada, se mostró feliz de poder acordar esta propuesta porque acababa de suspender un referendo con base constitucional que se diseñó para removerlo de su cargo a mitad de su periodo, lo que enfureció a la oposición. La esperanza del presidente es que las negociaciones, que comenzaron durante el fin de semana, puedan mantener a sus críticos lejos de la calle o, si no lo logra, al menos le compraría un poco de tiempo.
La MUD, por supuesto, es consciente de eso, pero difícilmente se podría negar a una oferta papal para el diálogo, dado que Venezuela aún es un país profundamente católico. Pero al igual que el presidente, sus líderes realmente no tienen ningún interés de ceder.
Y después de que aprendió a no confiar en el gobierno, la oposición anunció simultáneamente una marcha masiva hacia el palacio presidencial para este jueves y protestar contra la supresión del referendo revocatorio.
Por si fuera poco, también se censuró a Maduro en la Asamblea Nacional por incumplimiento de deber —un gesto más bien simbólico—, ya que, a diferencia de Brasil, el Congreso no tiene el poder para realizar un juicio político contra el presidente.
Sin embargo, la marcha del jueves puede ser importante y puede tornarse violenta, ya que el gobierno amenaza con llamar a sus partidarios. Y esto, de acuerdo con Medley Global Advisors, un servicio de investigación marco propiedad de FT, apunta hacia un verdadero cambio en Venezuela durante las últimas semanas: el movimiento gobernante del chavismo, que desde hace tiempo ha sido una coalición dividida e inestable, al parecer se vuelve a unir para respaldar al presidente.
Un aspecto revelador es que todas las figuras militares claves del país (que poseen gran parte del poder real) hicieron una aparición en televisión, algo poco común, junto con el ministro de Defensa, Padrino López, la semana pasada, donde prometieron su respaldo y lealtad a Maduro.
Eso sugiere que ganó el apoyo para realizar una represión autoritaria total, que podría comenzar tan pronto como esta semana. Incluso si ello no sucede, la idea de que un referendo de revocación inminente puede llevar a los chavistas a reemplazar a su tambaleante presidente desde el interior o, algo mejor, permitir una transición pacífica a un régimen de oposición al parecer se evaporan. Y esta fue la premisa sobre la que muchos fondos internacionales invirtieron en el país.
Por su parte, la vida de los ciudadanos comunes es cada vez más difícil —como se refleja con la escasez de productos de consumo, la inflación galopante y la escalada de la violencia. El FMI espera que el producto interno bruto se reduzca un décimo este año.
La amenaza de que se puede llegar a un impago se mantiene presente sobre el endeudamiento de Venezuela de 100 mil millones de dólares de préstamos del extranjero. En un reciente intercambio de deuda de Petróleos de Venezuela, la compañía energética estatal, se ahorrará casi 2 mil millones de dólares en pagos de interés y sobre capital durante el próximo año, pero eso no es suficiente para aliviar una próxima crisis de liquidez.
Con un pago sobre la deuda de 3 mil 500 millones de dólares que debe realizar este mes y el siguiente, y una cantidad similar en abril y mayo del próximo año (incluso después del intercambio), la empresa no solo tuvo que reducir su gasto de capital, sino también su gasto operativo, así como acumular retrasos con sus proveedores. Esto explica por qué las exportaciones del petróleo nacional van en descenso —cayeron 500 mil barriles diarios año con año en octubre a 1.5 millones de barriles diarios— a pesar de la reciente recuperación de los precios.
Todo esto afectó el rendimiento de los bonos que emitió tanto Petróleos de Venezuela como el soberano, que disfrutó de una fuerte recuperación por casi todo este año. A pesar de que la prórroga se ve superficialmente atractiva, cada mes que pasa con el país en crisis, sin duda debe reducir sus valores finales de recuperación.
Al tener en cuenta la rapidez con la que cambia la política, vale la pena repetir la advertencia de que esto se va a mantener como un viaje agitado.
 
	