Con un fuerte frío (-13 grados) y en un ambiente paradójico, el centro de congresos de Detroit se preparaba febrilmente el domingo para acoger la misa mayor del automóvil del país, el North American International Auto Show (NAIAS), a desarrollarse del 9 al 22 de enero. Un sector que aporta en total 7 millones de empleos a EU, cuando el mundo estadunidense del automóvil inicia 2017 rodeado de resultados récords pero preocupado por el periodo que se abre.
Con 17.55 millones de vehículos ligeros vendidos en 2016, el mercado local del automóvil volvió a batir otro récord. Nunca antes habían circulado tantos vehículos en la Unión Americana, aun cuando en 2015 se registró un crecimiento excepcional (17.48 millones de ventas). Y es que después de 56 años, el automóvil estadunidense registra una espiral magnífica con tasas de interés bajas y una energía poco cara, afirman expertos. Pero ¿estará el año 2017 a la altura de los precedentes? El alza fue modesta en 2016 (+ 0.4%), pero desde septiembre las ventas marcaron claramente el paso llevando a los constructores a multiplicar los descuentos en el último trimestre.
Por puro azar, la clausura del Salón de Detroit coincidirá con la prestación de juramento de Donald Trump como 45 presidentes de EU. Hasta entonces, el futuro líder del país tendrá la ocasión de constatar el efecto de sus declaraciones en los amos del automóvil. En efecto, la Naias será una oportuna tribuna para responder a los ataques de Trump contra los fabricantes de automóviles tan poco patriotas para su gusto.
¿No anunció acaso Fiat-Chrysler el domingo la creación de 2 mil empleos en EU, la repatriación de la producción de una gran pick-up y la inversión de mil millones de dólares de aquí a 2020 en dos de sus fábricas en Michigan y Ohio? “El grupo ofrece una demostración adicional de su compromiso de reforzar su base manufacturera en EU”, asegura Fiat-Chrysler, en un comunicado, cuidándose muy bien de agregar que desde 2009 creó 25 mil empleos en el país. El mensaje parece destinado indirectamente a Trump, que se ha entregado alegremente en Twitter a criticar a las firmas constructoras.
La eventual aplicación de “pesados impuestos fronterizos” a los autos producidos en México es un asunto de peso para las constructoras. Todas han invertido masivamente más allá del Río Grande, pero los patronos han dado muestras de mucha prudencia para responder a Donald Trump. Hábilmente, la Toyota recordó su compromiso de larga data en EU. Y Mark Fields, el dueño de Ford, indicó que su decisión de repatriar la fábrica era “un voto de confianza” hacia la futura política económica del país.
Carlos Ghosn, responsable de Nissan, también ofreció un discurso tranquilizador el 6 de enero: “Somos pragmáticos, nos adaptaremos a cualquier situación a condición de que sea la misma regla para todos”. Nissan tiene mucho que perder. La firma no ha sido mencionada por Trump pero un cuarto de sus vehículos vendidos en EU son producidos en México en estrecha colaboración con Renault.