Sí señores, de pie. Aplaudamos que la ONU lo hizo otra vez. Y como en tantas ocasiones fallidas durante los últimos cincuenta años, de nuevo encontramos a su Consejo de Seguridad discutiendo por politiquerías mientras la gente muere a destajo bajo las bombas en Siria.
¿A qué me refiero? Al Apocalipsis que supone cada kilómetro cuadrado de Alepo. Decenas de miles de muertos como consecuencia de una guerra que decidió transformarla en el símbolo de la pugna entre las potencias mundiales.
Pero claro, lo importante era lograr los objetivos geopolíticos y Occidente apoyó a los rebeldes y los abasteció de armas. Los saudíes inundaron de dólares y milicias sunníes la zona, mientras Turquía se abría de piernas para que ultrajaran su soberanía limítrofe a cambio de futuros favores.
Y así fue como el norte sirio colapsó entre un mosaico de intereses cuyo fin ulterior era quitar al régimen de Assad.
Enfrente fueron pacientes y el monstruo tomó fuerzas. Apareció Rusia y torció el destino. Las milicias shiítas de Irán, Afganistán y Líbano igualaron los combates urbanos y el caos se hizo presente en cada región de Siria.
Primero fue Damasco, luego Homs y por último la Alepo que ahora vemos en los noticieros. ¿Por qué es tan importante? Ganarla supone el ocaso de aquellos rebeldes que surgieron de las primaveras árabes hace algunos años. Se acaba la seudorrevolución y con ella el desmadre que Estados Unidos causó en ella. Rusia saldrá vencedora y terminará de demostrar su renacer como potencia mundial en la geopolítica moderna.
Ah, y disculpen que en estos párrafos no describa a la población y su éxodo de Alepo. ¿Por qué? Fácil, a las potencias les vale madre cuántos muertos amontonen mientras logren sus objetivos. Por eso hoy en la ONU, Rusia vetará el cese al fuego y seguirán los bombardeos. Misma decisión que antes tomaron los gringos y así eternamente en un juego siniestro donde lo que menos interesa es el bien común de miles de personas que aún sobreviven entre los escombros.
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