Pero, entonces ¿no sirve la inteligencia —dicen que Luis Videgaray es un tipo brillantísimo— para calcular cuáles pueden ser los costes de enviar una atenta invitación a un patán mentiroso y, sopesados cuidadosamente todos los posibles desenlaces, descartar por completo el plan? ¿Por qué se le ocurrió, en primer lugar, tan descabellada idea a nuestro ex secretario de Hacienda? O, por lo menos, y teniendo a la mano todos los antecedentes —el errático comportamiento de The Donald, su zafiedad, las descalificaciones ya proferidas sobre los mexicanos, las amenazas—, ¿no hubiera sido mejor condicionar la visita de tan nefasto personaje a una previa y paralela aceptación de Hillary Clinton? Digo, suponiendo que la mujer, luego de que el otro respondiera de inmediato y se apresurara a realizar su viaje relámpago, no reconsiderara su decisión y rompiera el acuerdo (en cuyo caso, nuestra Cancillería hubiera estado obligada de cualquier manera a no evidenciar púbicamente a quien muy seguramente será la próxima presidenta de la nación más poderosa del planeta).
Por donde lo vieras, las circunstancias que debía afrontar Enrique Peña eran complicadas, embarazosas, espinosas y peliagudas: en su calidad de anfitrión y como hombre de Estado obligado a respetar los principios de la diplomacia, por no hablar de las simples reglas de la urbanidad, no podía mostrarse descortés. Eso nadie se lo va a reconocer, desde luego, porque no nos hemos dado cuenta de que es mil veces preferible tener de presidente a un hombre mesurado que a los toscos populistas que gobiernan en Venezuela o Filipinas. Al mismo tiempo, el presidente de México estaba obligado a confrontar, justamente, a otro más de esos individuos chabacanos —la retórica de Trump no es muy diferente a las de Nicolás Maduro y Rodrigo Duterte— y a pedirle cuentas sobre sus destempladas declaraciones. Un papel dificilísimo, señoras y señores, que, lo repito, nadie hubiera debido siquiera plantear que lo desempeñara nuestro primer mandatario.
Videgaray ya renunció a su cargo. El nuevo secretario, suponemos, no tendrá tantas atribuciones. Vamos a ver cómo le salen las cosas…
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