¿Podría yo siquiera insinuar que el presidente Peña no me cae mal (una apreciación personalísima, desde luego, y tan subjetiva como cualquier otra preferencia particular) y, además, que creo que está haciendo simplemente lo que puede en un país complicadísimo de gobernar?
En otras palabras, estoy reclamando una condición de opositor, así de extraña como pueda parecer esta demanda. ¿Opositor? Sí, señoras y señores: hoy día, ir en contra de la corriente mayoritaria te lleva a una suerte de destierro, a un territorio confinado del que nunca podrás ya volver porque, aderezado el juicio condenatorio de los consabidos insultos, portaras para siempre las infamantes etiquetas de "oficialista" y "vendido". En fin, manifiesto de cualquier manera lo que pienso, tal y como suelo hacerlo cuando me reúno con gente a la que no hay tampoco manera de enterarla de esta relajada predilección sin que comience a soltar feroces invectivas y descomunales descalificaciones (bien a bien no terminan de explicarme por qué es tan nefasto el actual presidente de la República pero los denuestos salpican siempre cualquier posible evaluación).
Muy bien, y ¿dónde podría encontrarse el reemplazante, el relevo de Enrique Peña, en el mermado paisaje político nacional? El hombre se va a ir de cualquier manera pero, digo, sería bueno no repetir tan negativa experiencia otros seis años. Ah, pues se aparece en el horizonte la figura de Margarita Zavala. Perfecto. Un pequeño detalle, sin embargo: ¿no fue, hasta nuevo aviso, la mujer de Felipe Calderón? Y, ¿no le tundían también de lo lindo al antiguo inquilino de Los Pinos? Caray, de borracho no lo bajaban y, entre otras muchas cosas, le endilgaron la frase "los muertos de Calderón" para responsabilizarlo directamente de los asesinatos perpetrados en la guerra contra el narcotráfico. Ella, con perdón, ¿nunca se enteró de nada? Que quede claro que no estoy haciendo un juicio negativo sobre una mujer sensata e inteligente: meramente, trato de ponerme en la posición de quienes han expresado un descomunal aborrecimiento a los dos últimos presidentes de México. Lo cual nos deja, miren ustedes, a López Obrador. Pues, ahí sí, debe quedar clara una cosa: el tipo no es, ni remotamente, mejor sujeto que Peña. Ni fue tampoco mejor estudiante. Así y todo, ¿les parece preferible? De acuerdo, a cada quien sus gustos. Pero, por favor, sin insultar.
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