¡Qué difícil es unir a la gente en torno a un proyecto común, señoras y señores! Cada individuo no sólo tiene sus muy personalísimas ideas sobre las cosas sino que sus intereses particulares terminan imponiéndose casi siempre sobre cualquier propuesta de alcanzar beneficios colectivos. Me viene a la mente esta perogrullada por el tema de Trump: así de poderosos como puedan ser los Estados Unidos, dejarían de ejercer sus predominios si el mundo entero se uniera contra su presidente. Es más, el propio sistema económico y financiero de nuestra vecina nación se encargaría de apartarlo del cargo por resultar tan pernicioso y lesivo a sus intereses (lo cual tendría que ser una suerte de esperanzadora aspiración para quienes, como nosotros los mexicanos, padecemos directamente sus embestidas: mientras peor se comporte el tipo y más despropósitos perpetre, mejor será al final porque su insensato proyecto dejará de estar avalado por sus seguidores).
Pero, justamente por ser un país señalado de manera particular, y nada más, es que no contamos, hasta ahora, con la solidaridad y el apoyo de toda la comunidad internacional. ¿Por qué hubiere de importarles lo que ocurra con México? Mientras ellos no salgan directamente perjudicados no habrán de mover un dedo. En todo caso, dejarán de invertir aquí.
Desde luego que posteriormente les tocará el turno a otros jugadores en la escena mundial: China está en la mira de The Donald y hasta a Alemania le han llegado algunas advertencias de que a sus autos se les aplicaría un arancel de 35 por cien (se ha quejado, Trump, de que hay demasiados Mercedes en las calles de Nueva York sin advertir que los consumidores los compran porque son mejores que los coches yanquis).
Cuando tenga lugar el desbarajuste universal que provocarán las disparatadas políticas económicas del extravagante inquilino de la Casa Blanca, entonces sí veremos una especie de unión de los pueblos contra él. Antes no. Pero, por ahora, parece ocurrir todo lo contrario: Wall Street está en las nubes y los banqueros se frotan las manos. Dicho en otras palabras, nadie nos va a ayudar.
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