Obrador sigue siendo personaje inquietante aunque haya decidido disfrazarse de ovejita, aunque algunas de sus propuestas parezcan sensatas, aunque haya mitigado su antigua belicosidad y aunque su gestión como alcalde de la capital de todos los mexicanos parezca, a la distancia, razonablemente eficaz. El problema es que el personaje ha exhibido ya algunos rasgos de personalidad que lo hermanan más con la figura del líder autoritario que con el mucho menos perturbador perfil del gobernante democrático: después de todo, ¿no hemos visto que se creó un partido a modo? ¿No ha acaso exhibido una muy manifiesta intolerancia a la crítica? ¿No ha arremetido, como si fuera un distinguido condiscípulo de Donald Trump en la academia de la Intolerancia, contra una prensa que lo critica y lo cuestiona exactamente de la mismísima manera como denuesta a todos los demás hombres públicos? Tocando justamente el tema, ¿qué debiera entonces decir un Enrique Peña al que los medios no dan tregua alguna y que no puede abrir siquiera la boca sin que le caigan encima carretadas de descalificaciones?
Si Obrador llega al poder, ¿sus críticos nos convertiremos automáticamente en "enemigos de la nación" o en "adversarios del pueblo de México" como esos medios estadounidenses que, por no privarse de pedir cuentas al actual inquilino de la Casa Blanca, están ya directamente en la mira de The Donald?
La comparación entre uno y otro es tal vez un tanto abusiva pero, lo repito, el hombre no es un simple político, otro más, sino un sujeto de esos que, por prometer la mágica transformación de un país entero, se arrogan facultades y derechos extraordinarios. En las sociedades democráticas no hay empresa, así de colosal y gloriosa como parezca, que merezca le entronización de caudillo alguno, señoras y señores. Y, bueno, en lo referente al milagro de trasmutar a una clase gubernamental ancestralmente corrupta (desde los orígenes mismos del México independiente) en una plétora de honorabilísimos y virtuosos funcionarios, recordemos que algunos antiguos colaboradores directos del señor fueron todo menos gente decente. Pues eso.
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