Política

Odiar la (jubilosa) vida de los demás

El rasgo más escalofriante del fanático sanguinario es que no hay manera de relacionarse con él: las razones no lo tocan; las amenazas no lo intimidan; la bondad no ablanda su resentimiento; el miedo no debilita su determinación…

Decidido a matar, el terrorista descarta cualquier otro pensamiento y centra todos sus empeños en llevar a cabo la suprema misión que ha asumido. Ninguna otra cosa le importa. No le conciernen, desde luego, las vidas de los demás, así sean las de niños perfectamente inocentes, aparte de inofensivos, a los que nadie podría culpar de nada y atribuir responsabilidad alguna en las adversidades que el asesino haya podido experimentar (y es que, según algunos especialistas aquejados de humanismo desbordante, esos obligatorios sufrimientos —porque de otra manera no te explicas las cosas—serían el germen del inextinguible rencor del sujeto, un hombre que nació tan bueno y tan naturalmente compasivo como todos los demás pero que fue, en su momento, víctima del avasallador colonialismo de los imperialistas o de las sevicias de un padre violento o de la injusticia social; la posible maldad de los humanos, luego entonces, no entraría en la ecuación; todo resultaría del maltrato infligido en su momento a una persona).

Conozco, sin embargo, a individuos cuyo pasado justificaría, en el mejor de los casos, que tuvieran una vida destrozada por las drogas o, ya en plan más drástico, que se hubieran vuelto antisociales peligrosos; pues, miren ustedes, rebosan de alegría, llevan una existencia plena y van repartiendo bondades por el mundo. Luego entones, el virus de la maldad se encuentra en otro lado. No sabemos realmente por qué brota aunque, desde los tiempos antiguos, hemos sido bien capaces de identificarlo (no hay más que leer a los clásicos). Lo que nos queda muy claro en el caso de los islamistas es la profunda rabia que les despierta la alegría ajena. Y aquí, a lo mejor, sí que podemos hacer una relación causa-efecto: esos muchachos que nunca han podido siquiera tomar de la mano a una chica y salir jubilosamente al parque de la esquina terminan por estar, en efecto, irremediablemente enfermos de odio.

revueltas@mac.com

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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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