No suelo morderme las uñas pero ayer hubiera podido contraer esta manía mientras aguardaba a que diera comienzo el debate Clinton-Trump. La mera expectativa de que el desenlace de la futura elección presidencial se decidiera por el inesperado desacierto de uno, la astucia de la otra, la calculada provocación de ella o la natural desenvoltura de un consumado showman le confería a la altercación la categoría de un espectáculo absolutamente insuperable (de hecho, fue mirado por 100 millones de telespectadores en Estados Unidos y el resto del mundo).
Había además otro elemento: la asombrosa presencia en el escenario de un personaje que no hubiera debido encontrarse ahí en un primer momento porque representa lo peor de unas sociedades, las nuestras, en las que la majadería, la violencia verbal, la impostura, la provocación, la intolerancia, la zafiedad, la abusiva simplificación de cuestiones complicadas, la mentira y las ofensas han tomado el lugar de los argumentos racionales y las ideas elevadas, por no hablar de una mínima urbanidad en los modos de quienes propugnan sus muy particulares principios.
La expectativa de que Hillary pudiera poner en su lugar a tan impresentable y desmesurado sujeto era tan elevada que representaba, en sí misma, un argumento de venta adicional para seguir paso a paso el mentado debate. Pues, señoras y señoras, mi apreciación, a unos minutos de que haya terminado la confrontación, es que la mujer es una auténtica profesional, de que se encuentra a una distancia sideral —en lo intelectual, en el terreno del manejo de las emociones, en la capacidad de trasmitir ideas y proyectos, en la apreciación de las desigualdades de la sociedad estadunidense y en su propuesta para resolver los problemas— de un tipo que pareció poco preparado, rudimentario y nada presidenciable.
Pero, qué caray, comencé a escuchar las opiniones de los comentaristas de las diferentes cadenas informativas de nuestro vecino país y parecía que no tuvieran tan claras las cosas. O sea, que el troglodita todavía tiene sus posibilidades. Esto es increíble, oigan ustedes…
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