Las mujeres son las que van a cambiar al mundo. Miro en mi laptop un reportaje sobre el movimiento La Brigada de las Madres, fundado en Francia por Nadia Remadna, una trabajadora social de origen franco-argelino, para atender a los jóvenes desfavorecidos de los suburbios y, entre otras cosas, evitar que, llenos de resentimiento por el discurso victimista de los radicales musulmanes y adoctrinados por los fanáticos religiosos, terminen alistándose en las filas del terrorismo islamista.
Afincada ella misma en Sevran, en el departamento de Seine-Saint Denis, en el corazón de la empobrecida periferia de París, Nadia observa el deterioro de la vida cotidiana en un entorno dominado crecientemente por los preceptos del islam: cada vez hay menos mujeres en las calles, ya algunas salen totalmente cubiertas, reina una atmósfera de asfixiante vigilancia y, con el desmantelamiento de las políticas sociales, el espacio de los antiguos colaboradores municipales es ahora ocupado por los imames de las mezquitas. Dicho en otras palabras, un retroceso de la vida republicana en una nación fundada sobre los principios de la laicidad y las libertades ciudadanas.
Nadia sabe de lo que habla: nació en Créteil pero, a los 15 años, en un viaje a Argelia con la familia, su padre les dice que “se olviden para siempre de Francia”. A ella, que soñaba con ser abogada, la deja sin estudios en espera de “conseguirle un marido”. Son diez años de estar confinada en la casa, en una aldea perdida, hasta que, a los 25, sale huyendo y logra volver a su país natal. Su gran batalla, a partir de ahí, será construirse un destino de individuo soberano y de contribuir a asegurar los derechos de las mujeres musulmanas en un país, no lo olvidemos, que ha cimentado su contrato social republicano en la laicidad. Vaya ejemplo de ciudadanía.
Pues bien, más allá de que la amenaza del terrorismo religioso nos parezca muy lejana (y sin obviar, tampoco, los crímenes de odio contra las minorías sexuales en este país) es muy reconfortante saber que los principios y valores de la República se defienden también en estos pagos. Ahí tenemos, para mayores señas, la iniciativa de Enrique Peña de acreditar constitucionalmente el matrimonio entre personas del mismo sexo. Estamos, por fortuna, más cerca de Francia que… de Argelia.
revueltas@mac.com