Para antropólogos y sociólogos, esto de las tradiciones del Día de Muertos es un verdadero manjar. Sobre todo, cuando notamos y anotamos las nuevas tradiciones, inventadas o sacadas de la manga. Como ésta que ahora tenemos en Ciudad de México y en otras partes del país, gracias a la inventiva de los productores y guionistas de la saga de James Bond, quienes hicieron un desfile tan vistoso en la película Spectre, que se convirtió en una verdadera tentación para todos aquellos que gustan de generar tradiciones y salir a la calle. Esto de inventar tradiciones no es algo que suceda únicamente en nuestro país. Ya pensadores ingleses, como Hugh Trevor-Roper se han referido a “la invención de la tradición”, a propósito del kilt o falda escocesa que visten los hombres, la cual, aunque tiene antecedentes diversos, en realidad fue inventada apenas en el siglo XVIII por los ingleses. De esos vestidos tradicionales que no existían antes, pero que se crearon para separar y distinguir. Al igual que los trajes típicos de muchos pueblos oaxaqueños y chiapanecos, inventados por los misioneros para reconocer y dar identidad a distintas etnias y comunidades indígenas.
El punto es que ahora tenemos, a fuerza de ganas, motivación y mercantilización, muchas tradiciones recreadas o de plano inventadas. No es que nuestro Día de Muertos no existiera en México, como una fiesta religiosa que ciertamente mezclaba tradiciones cristianas medievales y prehispánicas ligadas a una especie de culto a los ancestros. Pero lo que tenemos hoy es un producto calidad exportación, alrededor de las calaveras, los altares de muertos y otras tradiciones que en la era del internet y de la globalización estamos generando y enviando a todo el mundo.
La cosa que me parece más interesante es la aparente secularización, vía reconocimiento de una supuesta tradición, de un ritual que originalmente era más bien religioso y que lo sigue siendo, pero no es asumido como tal. Ahora es ya común ver, por ejemplo, en instituciones públicas de educación superior que se precian de ser seculares, altares de muertos en institutos de investigación y facultades. Y todo es no solo tolerado, sino hasta promovido, por autoridades académicas y funcionarios públicos, bajo el manto del rescate y promoción de las tradiciones mexicanas. Las cuales resultan tener, todas, un origen religioso pero ahora pueden pasar como seculares.
roberto.blancarte@milenio.com
 
	