Es bien sabido que las iglesias suelen ser lugar de refugio para los migrantes. En la tradición cristiana, los hospitales eran hospedales. Servían para recibir a los viajeros, a los caminantes, a los peregrinos. Con el tiempo se desarrollaron órdenes religiosas dedicadas de manera exclusiva a proteger a los peregrinos, como las órdenes de caballería que resguardaban el camino a Jerusalén, o a otros que se veían obligados a transitar por los caminos, no siempre seguros. La idea de que las iglesias son santuarios para los perseguidos por la justicia también es muy antigua y en algunos casos sigue siendo respetada o, por lo menos, tolerada. En muchos países como en Francia o Estados Unidos se han conocido episodios de protección a migrantes, donde la fuerza pública ha preferido no entrar a los templos para no violentar más una situación de por sí delicada, con migrantes indocumentados. En suma, pocas instituciones se han comprometido más con la defensa de los migrantes que las Iglesias de todas las denominaciones. El propio papa ha acudido a la isla de Lampedusa para abogar por los miles de refugiados que piden asilo en la Unión Europea. Y en Estados Unidos, son muchas las iglesias que están protegiendo a los migrantes indocumentados mexicanos.
Lo curioso es que hay otra vertiente de la propia religión cristiana que sirve para justificar las posiciones más duras de los conservadores estadunidenses. Esa que les marca una dura oposición al aborto, a los derechos de las mujeres y que les genera una identidad ligada a cuestiones étnicas. Trump es el paladín del WASP, independientemente de su lejanía real con cualquier iglesia cristiana. Su vicepresidente, Pence, es por el contrario, un fiero defensor de las posturas más conservadoras y de la defensa de la libertad religiosa, desde sus creencias religiosas. Promovió por ejemplo, cuando era gobernador de Indiana, una ley para que los comerciantes les pudieran negar los servicios a los homosexuales, basados en sus creencias religiosas. La Suprema Corte echó para atrás dicha iniciativa. Así que, nuevamente, vemos cómo la religión puede servir tanto para una cosa como para la contraria. En ese contexto de conflicto tanto cultural como político, el Episcopado mexicano llama a cerrar filas en favor de los migrantes. Es, en efecto, un gran tema para identificarse y trabajar en consonancia. Aunque en otros se mantengan las discrepancias.
roberto.blancarte@milenio.com
 
	