Aunque no parece ser su preocupación principal, a veces el papa habla de religión. En Filadelfia, en el edificio donde se proclamó la independencia norteamericana, el papa se refirió a la libertad religiosa: allí dijo que ésta "por su naturaleza, trasciende los lugares de culto y la esfera privada de los individuos y las familias, porque el hecho religioso, la dimensión religiosa, no es una subcultura, es parte de la cultura de cualquier pueblo y de cualquier nación". Agregó que "en un mundo en el que diversas formas de tiranía moderna tratan de suprimir la libertad religiosa, o, como dije antes, reducirla a una subcultura sin derecho a voz y voto en la plaza pública, o de utilizar la religión como pretexto para el odio y la brutalidad, es necesario que los fieles de las diversas tradiciones religiosas unan sus voces para clamar por la paz, la tolerancia, el respeto a la dignidad y a los derechos de los demás." El "como dije antes", se refería a su propio discurso ante el Congreso de los Estados Unidos, donde Francisco afirmó: "El mundo es cada vez más un lugar de conflictos violentos, de odio nocivo, de sangrienta atrocidad, cometida incluso en el nombre de Dios y de la religión. Somos conscientes de que ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración individual o de extremismo ideológico. Esto nos urge a estar atentos frente a cualquier tipo de fundamentalismo de índole religiosa o del tipo que fuere. Combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que trabajar. Y, por otra parte, puede generarse una tentación a la que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en justos y pecadores".
El delicado equilibrio es entonces el que enfrenta no solamente la expresión religiosa, sin cualquiera de nuestras libertades fundamentales. Todas ellas deben ser protegidas, pero ninguna de ellas puede ser utilizada para imponer por la fuerza una verdad determinada o para justificar la violencia. Cuando el papa señala que ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración o de extremismo ideológico, está haciendo una autocrítica e incluyendo al catolicismo. Pero también, cuando habla de fundamentalismo, se refiere al religioso "o del tipo que fuere". El papa sabe bien que si se quiere vivir en democracia, se tiene que aceptar que la verdad tampoco puede ser absoluta ni imponerse por la fuerza.
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