Política

Francia amenazada

Desde hace años soy parte de un grupo del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia, ligado a la Escuela Práctica de Altos Estudios, fundada en el siglo 19 por Napoléon III. Este noviembre mis colegas me habían invitado a celebrar los 20 años de este "laboratorio de investigación", para hablar sobre las mutaciones de las ciencias sociales de las religiones y de las laicidades. Ninguno esperaba que llevaríamos a cabo nuestras reflexiones en medio de uno de los acontecimientos más dramáticos que en este siglo Francia y Europa en general han enfrentado. El yijadismo antioccidental echó raíces entre las comunidades de origen musulmán, sobre todo magrebí, pero no únicamente y ahora los miembros de la segunda o tercera generación, ya nacionales franceses, luchan contra Francia y lo que ésta representa. Según algunos de mis colegas, las interpretaciones de por qué esto ha podido suceder son múltiples, pero grosso modo se dividen en dos: hay quienes dicen que estas acciones terroristas, a pesar de su apariencia, no tienen nada que ver con la religión y, por lo tanto, tampoco con la laicidad. Estaríamos frente a una islamización del radicalismo. Los musulmanes son entonces las primeras víctimas del Estado Islámico, que en Francia y en Europa es más bien conocido como "Daesh", por su sigla en árabe. Desde esta primera perspectiva, los jóvenes que han ingresado en esta organización serían más bien el producto de una modernidad nihilista que, por lo mismo, en búsqueda de una identidad perdida, se lanzarían de lleno en una empresa tan utópica, como conservadora y antimoderna. No falta quien hace notar también el carácter clasista de los ataques, pues los jóvenes franco-magrebíes son los mismos despachadores de droga y pequeños maleantes que por lo demás se codean con sus víctimas igualmente jóvenes.

Una segunda interpretación se refiere a la radicalización del Islam y se traza su origen hasta la guerra de independencia de Argelia. Según esa lógica, Francia había sido muy laxa frente a las migraciones árabes. Quienes así lo interpretan, colocan la frontera en el lugar equivocado (el velo islámico, el niquab o la burka), cuando en realidad quienes se convirtieron al terrorismo se vestían como occidentales. De allí que el discurso de guerra, si bien le permite al presidente Hollande quitarle armas a la ultraderecha y recuperar algo de popularidad y legitimidad, también lanza al país por un camino riesgoso. Puesto que el enemigo también es francés, estarían jugando con la idea de una guerra civil entre los verdaderos franceses y sus enemigos internos.

roberto.blancarte@milenio.com

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Roberto Blancarte
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