Enrique Peña Nieto parece estar regresando a las peores prácticas priistas de antaño: la de nombrar jóvenes inexpertos para tareas que requieren, en el mejor de los casos, un tiempo largo de aprendizaje; elemento que este gobierno ya no tiene. La idea de que cualquiera puede ser exitoso si se le pone en un puesto de responsabilidad, con la ayuda de segundos más conocedores y experimentados, o porque es inteligente y aprenderá rápido, sin tomar en cuenta la famosa "curva de aprendizaje", no desapareció tampoco en los sexenios panistas (recordemos el caso del secretario de Economía de Calderón, cuyos méritos eran tener una licenciatura en Derecho Canónico y una maestría en Estudios de la Familia), pero por lo menos fue aminorada. Sin embargo, regresa por sus fueros. Tenemos ahora a un secretario de Educación de 37 años, que parece inteligente y cuyas credenciales son una licenciatura en la Ibero y una maestría en Oxford. Nada despreciable, pero sinceramente no sé si le alcance para cubrir un puesto que ha sido ocupado por grandes de nuestra historia. Máxime cuando está remplazando a Emilio Chuayffet, quien con toda seguridad (lo dije hace algunas semanas) era el hombre más culto, más inteligente y más experimentado de todo el gabinete de Peña Nieto. En el mejor de los casos pasará un tiempo para que Aurelio Nuño entienda los vericuetos, embrollos y retos que supone un sistema tan complejo como el educativo mexicano. Mucha suerte, pero me queda la pregunta: ¿quién pagará el costo del aprendizaje?
Una situación todavía más grave, por lo que representa, la tenemos con nuestra flamante secretaria de Relaciones Exteriores. José Antonio Meade no lo estaba haciendo tan mal allí; sin embargo, fue enviado a la Secretaría de Desarrollo Social, que evidentemente desconocía y cuya temática requiere no solo de un cierto conocimiento, sino de una buena dosis de sensibilidad y hasta vocación por la justicia social. Por lo menos eso tenía Rosario Robles. Pero volviendo a la SRE, el nombramiento de Claudia Ruiz Massieu es una bofetada al Servicio Exterior mexicano. Peña Nieto les envió el mensaje de que no confía en ninguno de ellos, a pesar de que son profesionales en la materia, para dirigir la política exterior mexicana. En lugar de ello les mando a esta chica Ibero, que al parecer es inteligente, pero que de política exterior sabe lo que yo de tecnología agrícola. No dudo que aprenda, como al parecer lo hizo, y bien, de turismo. ¿Pero cuál es el costo del aprendizaje? Este gobierno, para todos efectos prácticos, se acaba en dos años. Y México ya no tiene tiempo para desperdiciar.
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