La revista Domingo (suplemento de El Universal, 11 de octubre 2015) publica un reportaje de un joven sicario que ahora busca ser pastor ("No matarás, palabra de sicario").
Nacido en 1992 en una de las cinco colonias más peligrosas de la Ciudad de México, a los 17 años Pedro ya tenía en su haber varios asesinatos, secuestros y torturas. Una de esas privaciones, la de su propio padre, quien lo había iniciado en el negocio del robo, el fraude y la extorsión.
Inició como abrelatas o robo de autopartes, siguió como fardero o robo de mercancías en las tiendas, evolucionó a chinero o asaltante en vía pública mediante el dominio de la llave china para inmovilizar y asfixiar a las víctimas, hasta llegar a defraudador, secuestrador y, al fin, sicario, dedicado al cobro de deudas y afrentas que se pagan con la vida.
¿Cuántas vidas segó? Para la justicia de la ciudad, una. Sin embargo, en pleno proceso de arrepentimiento, confiesa más de 10. En la correccional mostró su liderazgo como se hace en ese medio: a golpes. "A trompadas se convirtió en líder de esa prisión para niños ladrones, sicarios y secuestradores. Tal vez, admite, si ahí se hubiera quedado hasta el final de su sentencia habría quedado en libertad unos años después y hubiera vuelto a las calles para matar, con la seguridad de que pronto estaría en un reclusorio para adultos". Sin embargo, sucedió algo que le cambió el destino.
Un día fue notificado en la dirección de la cárcel que había sido elegido para formar parte de un programa de extensión educativa del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, con el fin de iniciar y concluir su preparatoria. Una beca completa desde la cárcel y una computadora para hacer tareas.
"Pedro dejó de vender mariguana en la correccional. Se encerró en la biblioteca, se rodeo de los libros que le llegaban del mundo exterior y palomeaba sus tareas. Si no entendía algo preguntaba a los custodios y si ellos no sabían responderle, iba con las autoridades de la correccional. En el peor de los casos, investigaba solo y mandaba sus tareas por un acceso controlado a internet... Así terminó con sus días de aislamiento y regresó a convivir con sus compañeros. Pensaba que cada día se acercaba más a la versión que ahora quería de sí mismo: libre de drogas, abstemio, tranquilo, admirado por las razones correctas". Una beca estudiantil le habría cambiado el entorno, la visión de la vida y su vida misma.
A Pedro solo le quedaba una asignatura pendiente: ¿quién habría de confiar y dar una oportunidad a un multihomicida? La labor de organizaciones civiles como Reinserta un Mexicano, que promueve programas de readaptación social como "De barrio a barrio", le permitieron encontrar una red de apoyo e integrarse a un mundo diferente al que había conocido en su familia, en su pandilla y en su colonia.
Ha llegado la hora de darle la vuelta a la estrategia de combate a la inseguridad, que hasta el momento parece debilitada y exhausta. El descabezamiento de carteles es estéril si se dejan intocadas sus fuentes económicas y, sobre todo, si no se transforma la base social de la delincuencia y la violencia.
Una ley de amnistía a jóvenes sicarios como Pedro, un programa educativo como "becarios sí, sicarios no", y una adecuada reinserción productiva y social de los jóvenes en situación vulnerable, podría empezar a cambiar la espiral de violencia e inseguridad que parece no tener fin en el país.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
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