Las ideas y acciones sociales de los católicos hoy en día y los principios y criterios que ofrece la Iglesia en este campo son dos cosas relacionadas pero distintas. La situación del siglo XIX queda sin duda como ilustración y precedente que puede bien ayudar a comprender el presente. En aquel siglo, como comentamos con anterioridad, se dieron ciertas corrientes llamadas liberalismo, romanticismo, tradicionalismo, nacionalismo y socialismo. En el mundo católico se dieron tendencias de cada una de estas corrientes, y si bien buscaban siempre recoger lo que de válido podía encontrarse en ellas, no dejaban de correr ciertos riesgos como el de aceptar postulados no compatibles con la fe.
El papel de los pontífices de entonces fue muy importante, porque fue delineando a través de un proceso de profundización y de ajustes, la forma de afrontar de parte de los católicos una nueva problemática social. Este proceso desembocará después en las enseñanzas del Concilio Vaticano II (ya en la segunda mitad del siglo XX).
Regresando al siglo XIX, el Papa Pío VII se preocupaba de que en Francia, a través de la "Carta Constitucional", bajo el rey Luis XVIII se ignorase la religión católica. Escribió una carta apostólica llamada "Post tam dinturnas" (1814), donde se lamentaba de una libertad de cultos y de prensa sin distinción, que favorecían la indiferencia. En Irlanda, aunque se había logrado el reconocimiento de los obispos por el Estado, se sentían las fuertes presiones británicas que buscaban cambiar la fe del pueblo. Su preocupación por la integridad de la fe la compartió León XII, que en la encíclica "Ubi primum" prevenía contra el deísmo y el naturalismo. Fue este Papa quien comenzó a nombrar los nuevos obispos para los países latinoamericanos después de la independencia.
El Papa Gregorio XVI con la encíclica "Mirari vos" fue muy duro contra el liberalismo. En la actualidad sus expresiones pueden sonar muy radicales, pero para comprenderlas es necesario entender el ambiente de su tiempo y los retos que él percibía. Por otra parte, condenaba con energía la esclavitud que, sabemos bien, era una plaga todavía en aquellos tiempos, pero mostraba perplejidad ante diversos movimientos en países católicos, como en el caso de Polonia, con orientaciones discutibles, que después buscó rectificar.
Estos párrafos no pretenden ser un estudio del siglo XIX, obviamente, sino solamente una llamada a informarnos y conocer mejor aquellos tiempos en los que irán tomando forma las propuestas sociales de nuestros días.
 
	