Ciencia y Salud

El fraude homeopático

  • La ciencia por gusto
  • El fraude homeopático
  • Martín Bonfil Olivera

En diciembre pasado se publicaron los resultados de la Encuesta Nacional de Ciencia y Tecnología 2015, elaborada por la UNAM, que revela que “los mexicanos confían más en los horóscopos que en la ciencia”. No es sorpresa: otras encuestas ofrecen resultados similares.

El problema de distinguir entre la ciencia digna de confianza y sus imitaciones fraudulentas no es simple. Y es que tanto la ciencia como las falsas ciencias tienen el mismo origen: la curiosidad humana, la búsqueda de respuestas a problemas. La diferencia es que muchas disciplinas se conforman con respuestas lógicas o coherentes, y toman en cuenta solo los datos que coinciden con ellas. Surgen así teorías pseudocientíficas como la astrología, la alquimia, el espiritismo o la grafología.

La ciencia legítima, en cambio, ha hecho esfuerzos a lo largo de cientos de años para desarrollar métodos que impidan a los científicos engañarse a sí mismos, pues reconocen la multitud de sesgos cognitivos de nuestra especie. La observación y experimentación repetidas y controladas, y sometidas a revisión y crítica, así como el uso de la estadística son parte del complejísimo sistema de control de calidad de la ciencia moderna.

Aun así, se puede defender el derecho de las personas a creer en aquello que les convenza. Pero cuando se trata de la salud pública, hay límites. Existe una infinidad de pseudociencias médicas que afirman, contra toda evidencia, curar enfermedades: acupuntura, reiki, aromaterapia, terapias “cuánticas”…

En particular la homeopatía tiene una larga historia: fue inventada a fines del siglo XVIII por el alemán Samuel Hahnemann, quien postuló que “lo semejante cura lo semejante” y que una sustancia se hace más “potente” cuanto mayor sea su dilución.

A principios del siglo XX, la homeopatía tuvo gran popularidad en Francia, de donde fue importada por el gobierno de Porfirio Díaz, quien fundó el Hospital Nacional Homeopático (que subsiste hasta nuestros días), y la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía, hoy parte del IPN.

El problema con la homeopatía es que es una terapia completamente inútil: numerosísimos estudios hechos en todo el mundo lo confirman.

Aunque hay homeópatas en todo el mundo, muchos países avanzados como Reino Unido, Francia, España, Australia, Holanda o Suiza han reconocido su inutilidad terapéutica, y le han retirado el apoyo del sistema de salud pública. Y en noviembre de 2016 la Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos determinó que “Los remedios homeopáticos (…) tendrán que venir con una advertencia que especifica que (…) no hay evidencia científica de que el producto funcione”.

Desgraciadamente, la homeopatía sigue formado parte del sistema de salud mexicano. Recientemente, La Jornada publicó varios reportajes donde presenta a esta pseudomedicina como una opción válida. E informa que en el Diario Oficial de la Federación se publicó, en agosto pasado, la “Primera Actualización del Cuadro Básico y Catálogo de Medicamentos Homeopáticos”.

Con esto, el gobierno federal y las autoridades de salud continúan avalando una terapia inútil que defrauda la confianza de los ciudadanos al ofrecer tratamientos ineficaces.

Cierto: los mexicanos confiamos más en los horóscopos que en la ciencia. Y también en las pseudomedicinas.

mbonfil@unam.mx

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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