Ciencia y Salud

La evolución talachera

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  • La evolución talachera
  • Martín Bonfil Olivera

El científico francés François Jacob, premio Nobel de Medicina en 1965 y uno de los padres de la biología molecular, afirmó en un artículo publicado en 1977 que “la evolución es talachera” (evolution is a tinkerer). Cabe recordar que en México la palabra talacha se refiere a pequeñas reparaciones o trabajos improvisados que se realizan usando partes o materiales improvisados.

“A diferencia del ingeniero, la evolución no produce innovaciones desde cero. Trabaja sobre lo que ya existe, transformando un sistema para darle una nueva función; los materiales a disposición del talachero no tienen una función precisa y definida. El talachero coge un objeto que por casualidad está en su caja y le da una función inesperada”, señaló Jacob.

Hoy sabemos que, en efecto, la evolución es una gran improvisadora que reúsa sus materiales para generar nuevos órganos y funciones. Y la moderna biología molecular nos ha mostrado cómo ocurre esto a nivel genético. Pero ahora estamos comenzando a entender que este proceso quizá sea más innovador de lo que creíamos.

La materia prima de la evolución son las mutaciones: los cambios en la información contenida en el ADN que forma los genes. Hay mutaciones pequeñas y otras enormes. Normalmente son dañinas, pero el azar hace que muy de vez en cuando alguna dé alguna ventaja al organismo que la presenta, o incluso que adquiera una función totalmente nueva.

Normalmente el número de mutaciones dañinas supera astronómicamente a las útiles. Pero la maquinaria celular que se encarga de copiar al ADN ocasionalmente causa que un gen sea duplicado. Cuando esto ocurre, el gen original puede seguir cumpliendo su función y la copia queda libre para mutar sin causar daño. De este modo se ha descubierto que la duplicación de genes es una rica fuente de material para el surgimiento de nuevas funciones.

Pero también se ha descubierto, en los últimos años, que hay otras posibles fuentes de nuevos genes: la extensas zonas del ADN de muchas especies, incluida la humana, que durante años habían sido consideradas “ADN basura”, pues no contienen información para fabricar ninguna proteína.

Desde hace tiempo se sabía que este material genético sí cumple una función: regular la actividad de otros genes. Lo que no se conocía, y que está quedando claro con estudios hechos en hongos microscópicos llamados levaduras, moscas de la fruta e, incluso, en humanos, es que a través del corte, pegado y edición de los fragmentos de información genética de este tipo de ADN (entre otros mecanismos) pueden surgir genes totalmente nuevos, que no son variaciones de otros genes preexistentes y que parecen ser funcionales.

Todavía hace falta confirmar estos descubrimientos, y averiguar con más detalle cómo surgen y qué funciones pueden cumplir estos nuevos genes, que representarían una verdadera mina de oro para la evolución. Lo que queda claro es que el genoma de los seres vivos es mucho más flexible y maleable de lo que hasta ahora se pensaba.

En su artículo de 1977, Jacob decía que la creación de nuevos genes o proteínas a partir de cambios al azar en la información genética era prácticamente cero, y no podría producir nueva información biológica. Por lo visto, la evolución resultó ser un talachero más creativo y original de lo que incluso él imaginaba.

mbonfil@unam.mx

Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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