Cuando en la más reciente edición del Festival Eurovisión triunfó Conchita Wurst, el público y los medios de comunicación se sintieron confundidos. ¿Era una “mujer barbuda”? ¿Un travesti? Su imagen perturbó la dicotomía hombre/mujer que normalmente aceptamos.
En realidad, Conchita es un personaje creado por un artista, el austriaco Thomas Neuwirth. Él es hombre; pero ¿y Conchita? No es un hombre queriendo parecer mujer: la barba lo desmiente. Pero tampoco es, evidentemente, una mujer.
Muchos creen que, ante casos que desafían los roles sexuales tradicionales, basta con agregar a los homosexuales. Y sí: añadir esa categoría, y la adicional de los bisexuales, parecería resolver el problema.
Pero, aunque Neuwirth es gay, Conchita es otra cosa. Es un intento valiente de mostrar que no todas las personas caben en categorías preestablecidas.
Otro caso reciente es el del pequeño Ryland Whittington, de San Diego, California, hoy de seis años y que nació siendo niña, pero que desde que comenzó a hablar afirmó ser “un niño”. Sus padres han aceptado la identidad de su hijo, y se han convertido en ejemplo del respeto a la diversidad de género. Ryland es entonces un niño transgénero; no “una niña”, como erróneamente se publicó en muchos medios.
Quizá el problema es que en estas discusiones se confunden varias categorías. La más evidente es el sexo: hay machos y hembras. Pero existen también los hermafroditas, que por diversas razones poseen órganos sexuales y caracteres sexuales secundarios intermedios entre ambos sexos. La cantidad de individuos intersexuales es más alta de lo que se cree (1% de la población), y abarca toda una gama de posibilidades entre los dos extremos.
Otra dimensión es la orientación sexual: hacia quién se siente uno atraído: hay homosexuales, bisexuales, heterosexuales y todas las posibilidades intermedias.
Una más es la identidad de género: con qué genero nos identificamos —masculino, femenino, andrógino y sus grados intermedios— y cómo lo expresamos en nuestra imagen y comportamiento.
No hay duda: aunque hay blanco y negro, quien lo desee dispone hoy de toda la gama del arcoiris para construir su propia identidad. Y los demás debemos respetarla.
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM