Política

Clero y militares

La restauración del viejo régimen ha traído en su equipaje al siglo XIX.

Dos instituciones que fueron sometidas por la constitucionalidad en 1857 y 1917 hoy han regresado por sus fueros y privilegios.

De la actuación del clero católico y su negativa a la separación del Estado, le costó a México una intervención extranjera y una guerra civil entre republicanos y monárquicos.

De la intervención política del sector militar en el siglo XIX y primera mitad del XX su presencia estuvo marcada por los vacíos de poder y un poder presidencial que no se consolidaba. La debilidad de las leyes constitucionales hicieron que la fuerza militar sometiera a la política.

Desde la reforma al artículo 130 constitucional durante el régimen de Carlos Salinas, el clero católico ha sido protagonista activo en la política, de menos a más.

Durante estos años, la debilidad del Estado abrió la puerta de los fantasmas, los cuales han abandonado las parroquias y los cuarteles en nombre de Dios y del orden. Unos llaman desde el púlpito a determinar las leyes y los otros a imponer el orden al margen del derecho civil y las libertades públicas.

El papel cada vez más preponderante de los militares en las decisiones políticas del Estado es un hecho. Desde su incursión en 1968 en que el Ejército mexicano fue utilizado por el poder oligárquico como instrumento de represión interna, su uso en políticas de contrainsurgencia contra movimientos sociales y opositores y la llamada "guerra contra el crimen organizado" se convirtió a los militares, junto al clero, en los dos fantasmas que se consideraban definitivamente enterrados y hoy constituyen una causa de inestabilidad social y política.

Su regreso tiene una característica: ninguno de los dos son factores de unión nacional, sino de confrontación y división. Esa es su naturaleza y así lo vieron los que construyeron la República y nuestras leyes. Hoy, el clero es un opositor abierto del Estado laico, la igualdad y, por su parte, los militares actúan en función de su fuero de guerra y no de respeto al derecho civil y las garantías ciudadanas.

El pasado sábado 24, para la jerarquía y los grupos de la derecha histórica y clerical que organizaron la marcha "en defensa de la familia", lo más importante era demostrar su fuerza y su regreso político.

¿Hemos cambiado? Sí. Pero pareciera que el siglo XIX nos ha alcanzado con todos sus fantasmas, y será necesaria una nueva revolución de los derechos.

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Marco Rascón
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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