Hoy, en el mundo, tienen más derechos los autos que los seres humanos.
Sin embargo, el viejo paradigma del American Way of Life, de cada quien una casita propia y un coche, se derrumba y carece de sustentabilidad técnica, económica, ambiental y cultural.
En lo político y en defensa de la industria automotriz trasnacional, los partidos aplican la regla del cruce de Insurgentes Sur y Avenida de la Paz: para ir a la izquierda, se toma el carril de la derecha.
Los conservadores odian las banquetas y las bicicletas. Los defensores del derecho único y absoluto de los autos ven a los ciudadanos de a pie como amenaza. Un ejemplo: todos quieren cámaras para vigilar ciudadanos (C-4), pero se rechaza con indignación que haya cámaras para vigilar los coches y su hegemonía: en el espacio público no hay privacidad, pero dentro del auto sí. Lo vulgar es el transporte público; los que en autos vamos, los ganadores en el desastre.
Un coche tiene desde su nacimiento seguro de vida y de daños.
El coche debe checar su salud, dos veces al año. Hoy es más impune robarse un niño que un auto. Por el auto lo perseguirán y castigarán; por tráfico de órganos y prostitución hay indolencia.
Todo automovilista tiene la fantasía y el deseo de ser piloto de un Fórmula Uno y se exigen calles para correr a 250 km por hora. Si la velocidad límite permitida es de 40 kms por hora, lograrla sería ganancia, pues el promedio actual en la ciudad es de ¡¡¡12.5 kms por hora!!!
Los automovilistas somos como los niños sin límites: pedir un poco de orden causa berrinches y pataleos por impedirnos jugar al atropello. Preferimos arreglarnos con el poli y dar mordida que pagar multas. Odiamos todo aquello que nos exhiba como parte del entre.
La exención de tenencia, el derecho a circular todos los días, tener segundos y terceros pisos, gastar energía contaminante y mover 1.5 toneladas de metal y plástico para transportar 85 kg de una persona, eso sí es moderno y políticamete correcto. En la lateral del Periférico se mueve 85 por ciento de personas, en los carriles centrales, a vuelta de rueda, 15 por ciento.
No pagar tenencia es popular y el hacinamiento en el transporte público es invisible. En el Metro hay que subsidiar a los patrones para mantener bajos los salarios y contener la demanda de pago justo al trabajo.
Debemos asombrarnos por la vehemencia con la que se defiende el derecho al caos vial, el derecho a contaminar, a mal alimentar, a la ignorancia, como si fueran la esencia de la libertad y los derechos humanos.
Estos son los que odian las banquetas y las bicicletas.
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@MarcoRascon