Política

El derecho a no creer

El concepto correcto de hereje es el que reclama el derecho a decidir su creencia. El apóstata es el que renuncia a toda creencia religiosa. Ambos se basan en el derecho a no creer.

Los seres humanos tenemos ese derecho.

Por mi parte y bajo ese derecho, creo en la existencia de las Iglesias, porque tengo pruebas de que sus templos son reales, su organización, ritos y liturgias, la existencia de su Estado y sus leyes, acólitos y vicarios; creo en ellos, pero no creo en ningún dios, porque no tengo prueba de su existencia.

La ética, la bondad y la maldad son humanas. Creo en las condiciones históricas que dieron lugar al surgimiento del cristianismo contra el esclavismo en el imperio romano y se puede entender el cómo un movimiento insurreccional se convirtió en religión, sustituyendo sus objetivos y valores en dogmas y "misterios" de la fe.

Esto no es nuevo, en los sectarismos de los obtusos, en la actualidad hemos visto esta misma transformación de lo político hacia lo religioso y la conversión de líderes políticos en seres infalibles.

Creo, es mi verdad personal, que los dioses son invenciones humanas para explicar lo que desconocemos, el origen del universo, su tamaño y el nuestro. Para los no creyentes, es una maravilla que la evolución de la materia en millones de años haya adquirido conciencia de sí misma a través del cerebro humano y nos ha llevado a pensar que la existencia de valores y la capacidad de crear o tener pensamiento científico para transformar la realidad, es resultado de la evolución misma y no de ninguna divinidad ni milagro.

Los individuos y las sociedades son resultado de las condiciones históricas concretas y no de ningun determinismo divino. En estos tiempos, es políticamente incorrecto no considerarse creyente; se considera que los no creyentes no tienen pensamientos más allá de su condición material; en correspondencia, son inmorales los que por interés de poder y electoral tratan de llevar la política a la religión y de humanos se convierten en pastores. El único fin de la política hacia la religión debe ser garantizar la laicicidad y el derecho de todos a creer y no creer.

El oportunismo religioso en México está desatado, imponiendo de nuevo el sistema de la fe y las creencias religiosas para bendecir y maldecir lo que hoy como sociedad nos debemos, en la lucha humana por garantizar la libertad, la justicia y la democracia.


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Marco Rascón
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