El Chapo inició su película filmándose el final. La última escena es el papa bendiciendo a México ¿Será?
La visita del papa es un regalo complementario al triunfalismo tras la reaprehensión de Joaquín Guzmán Loera. Sin embargo, la cola del diablo anda suelta, pues se esperan respuestas violentas y la posibilidad de una etapa de terror ante la obsesión y urgencia para la extradición del capo a Estados Unidos, revelando una debilidad del regalo de Reyes: según los penalistas, el litigio puede durar un largo año, acompañado de terror y violencia, golpeando vida constitucional y soberanía.
Si de películas se trata, más que La reina del sur, de Reverte, podemos ilustrarnos con la serie televisiva de Pablo Escobar y lo que significó la violencia y el terror del cual derivó el Plan Colombia, padre de la Iniciativa Mérida firmada en 2008 a manera de un FMI de seguridad del protectorado.
En el caso mexicano, el largo túnel hacia la extradición de El Chapo significa una prueba del deterioro del estado nacional, incapaz de garantizar el juicio y la prisión del narcotraficante mayor.
No es necesario citar al mismo Guzmán Loera para decir lo que ya se sabe: que tratándose del negocio de las drogas, éste es posible porque existe una parte vendedora y una compradora, la cual seguirá existiendo como gran negocio y sin contención mientras sea una actividad ilegal.
No obstante, la gravedad más profunda del país expuesto al terror y las violencias es que la iglesia y el Ejército se han convertido en los pilares del Estado retrocediendo al siglo 19.
El protagonismo incuestionable de militares y el clero en los asuntos de la vida civil apuntan a señalar que el pacto constitucional de 1917 está agotado; que la debilidad de la gobernabilidad política prácticamente ha desaparecido las fronteras nacionales y que la soberanía mexicana estorba a las nuevas fuerzas emergentes y de facto.
Para este aniversario de la Constitución —antesala de su centenario—, la realidad de hoy expresa las limitaciones del triunfalismo, incapaz de garantizar la seguridad de los mexicanos y el juicio de los reos nacionales en el propio territorio.
La extradición, más allá de su pragmatismo, es el reconocimiento cínico de que la corrupción del sistema judicial y penal mexicano es endémica, y por tanto incapaz, colocándonos en una condición de protectorado.
Para sellar la moralidad de esta realidad, nada mejor que la bendición del papa a la crisis del Estado nacional (con costo al erario) para el final de la soberanía y la Constitución.
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@MarcoRascon
