Eran casi las 9:00 horas cuando entré a la Escuela Juan Ramón Jiménez ubicada en Murguiondo 1347 en Mataderos. Era viernes y gracias a la invitación de mi amiga Stella Civelli y María Etcheverry, directora de este plantel educativo tuve la oportunidad de continuar con mi misión de vida.
Los grupos de quinto y sexto grado ya me esperaban impacientes. Sus sonrisas fueron instantáneas… y es aquí cuando mis letras cobraron sentido. Conferencia y mini taller de escritura: “Consejos para el pequeño escritor”, este fue el inicio de un momento que guardaré toda la vida.
Una charla con pequeñitos a modo de entrevista en donde ellos eran los que dirigían la conferencia y tenían la pauta a través de un tiempo que ellos mismos organizaban. Dicen que las letras nos llevan a lugares inimaginables... y a mí me transportó con una generación de niños únicos, ávidos de aprendizaje.
Creo fielmente que las palabras no se las lleva el viento… se quedan para siempre y mi misión era motivarlos. Un día significativo, lleno de preguntas, de sueños de nuevas generaciones que me llenaron el alma.
El momento de las preguntas fue mi favorito, una tras otra hasta que por un momento nos faltó tiempo, Mantener su atención…ese fue mi mejor regalo. Franz Kafka alguna vez dijo: “Pienso que deberíamos leer libros de los que muerdan y pinchen”.
Invertir mi tiempo escribiendo “La visión de una cucaracha” y “Almas y Karmas” ha sido uno de los mayores aciertos de mi vida. Durante una parte de la conferencia una niña que quiere ser escritora me preguntó a qué edad comencé con todo esto, fue bonito contestarle: “A tu edad... alguna vez estuve sentada donde tú estás y seguramente tú en un futuro estarás donde estoy ahora”.
Todo el esfuerzo iniciado en México valió la pena, las letras me trajeron hasta Argentina y dejaré que me lleven hasta donde quieran. “Alguna vez me preguntaron: ¿Para qué sirve un escritor? Para ver las cosas de otro modo, para motivar a quienes empiezan, para compartir historias... como esta.