Cultura

‘Rush Hour’, o la soledad

  • Malos modos
  • ‘Rush Hour’, o la soledad
  • Julio Patán

Una mujer se enfrenta todos los días a la disfuncionalidad estructural del transporte público chilango nada menos que desde Ecatepec, un municipio que es, además, el que registra el récord nacional de feminicidios. Otra mujer pasa una aventura similar en Estambul. Él no: él maneja durante horas en una ciudad de la que el lugar común nos enseña que vive de espaldas al transporte público: Los Ángeles. Los une que, como tantas personas en todo el mundo, dedican horas y horas a trasladarse por megaurbes que, sí, tienen mucho de implacables.

Terminó el Festival de Morelia que, otra vez, deja muy buenas sorpresas. Una particularmente valiosa es Rush Hour, de Luciana Kaplan, la película que protagonizan los tres personajes del párrafo anterior, y muy merecida ganadora como Largometraje Documental Mexicano. ¿Una película sobre el commuting, eso que alguien decidió llamar horrorosamente en español “desplazamiento pendular”, es decir, sobre el tiempo que dedicamos a ir y volver del trabajo? En primera instancia, sí, y ya la idea novedosa y oportuna de poner la lupa en un fenómeno definitorio de la civilización contemporánea es digna de aplauso. Pero Rush Hour llega realmente mucho más lejos.

Si Kaplan fuera boxeadora, se distinguiría por su maestría para medir la distancia. No es su documental uno de esos en los que la directora o director parecen morirse de ganas de protagonizar la historia. La cámara prudente y el ritmo amortiguado de la narración parecen comunicar respeto por los protagonistas a cada momento. Pero no hay frialdad en el acercamiento, lejos de ello. Es de aplauso la capacidad de la directora para contar tres historias con los testimonios hablados de sus protagonistas, sí, pero también con la atención a los movimientos del cuerpo, a las reacciones de la familia, incluso al sándwich medio olvidado o al perro que descansa plácido ante la envidia de su dueño. La película es de una belleza nada estridente, una belleza sobria, detallista y misteriosa. Una belleza sin ostentaciones; una belleza encontrada en lo cotidiano.

Y una belleza triste. Hablamos de tres historias en tonos de gris, como las de toda buena película: hay momentos de humor, hay alegrías, hay amores. Pero también agotamiento, y soledad, y melancolía. Se vale decirlo, sin exageración implicada: Luciana Kaplan logra construir en hora y veinte una imagen del mundo hermosa, sobria y, como las ciudades que recorre, implacable.

En cuanto puedan, desafíen el tráfico de su ciudad y vayan a verla.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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