Hay discursos que, por su sinceridad, se vuelven memorables. Y eso ocurre porque hay conceptos que pueden marcar estrategias. Hay palabras que diseccionan minuciosamente la realidad y pueden generar cambios. Es el caso de lo que dijo el general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional, cuando se reunió con reporteros de la fuente el jueves pasado:
“Fue un manotazo en la mesa”, me hizo ver Heliodoro Cárdenas, jefe de Información de MILENIO Diario, el primero en alertarme de las palabras del general. Y qué bueno que Cienfuegos lo hizo así. Retomo algunos pasajes:
—Los soldados ya mejor piensan si le entran a enfrentar a los grupos delictivos con el riesgo de ir a la cárcel acusados de violar derechos humanos o que sean procesados por desobedecer (órdenes de enfrentar a los delincuentes).
Gravísimo lo que sucede. Ante la incompetencia de las policías municipales y estatales, ante la ineptitud o desdén de los gobernadores, esos mismos que se gastan y desvían o saquean toneladas de recursos, siempre pasa lo mismo: los mandatarios estatales piden que las fuerzas armadas vayan a resolver sus problemas, esos conflictos que ellos son incapaces de enfrentar. Y ahora, vea usted lo que ocurre: hay soldados que, ante la falta de un marco jurídico, ya se la piensan, como dice el general, en combatir o no al crimen organizado, ante el temor de que luego los acusen de violaciones a derechos humanos.
—¿Quieren que estemos en los cuarteles? Adelante, yo sería el primero en levantar no una, sino las dos manos, para que nos vayamos a hacer nuestras tareas constitucionales. Nosotros no pedimos (…) estar ahí (en las calles combatiendo a narcotraficantes), no nos sentimos a gusto. Ninguno de los que estamos con ustedes aquí estudiamos para perseguir delincuentes. Nuestra idea, nuestra profesión es otra y se está desnaturalizando. Estamos haciendo funciones que no nos corresponden, porque no hay quienes las hagan, o no tienen la capacidad para hacerlas.
—Yo siempre he dicho en las fuerzas armadas podemos tener 10, 20, 30, 40 o 50 años, todos los días dedicados a atender a la sociedad, y el día que nos resbalamos, nos pasa lo del equilibrista sin red: nos caemos y hasta ahí llegamos. Nos encantaría que esto ya se hubiera solucionado, nos encantaría que las fuerzas de policía hicieran su tarea, para lo que están, para lo que se les paga, pero que no lo hacen. Nos encantaría ver esfuerzos decididos donde se establezcan fechas fatales para que las policías hagan su trabajo.
Diez años después de que inició esta etapa de la guerra entre narcos y contra el narco queda claro que todo sigue igual: los gobernadores, muy campantes, han sido incapaces de crear cuerpos policiales que garanticen la paz y neutralicen a los delincuentes. Les vale, al fin que ahí están los soldados y marinos. Les da igual lo que le ocurra al equilibrista que cita el general.
Una vergüenza. Pero claro, ellos no conocen esa palabra, tan ajena a sus codicias…
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