Eso es lo que me han preguntado varios priistas una y otra vez. Afirman que no entienden a los mexicanos, a millones de mexicanos que cada día llevan una vida “normal”. Eso me dicen. Prefiero pensar que simulan, porque si de plano a estas alturas no se enteran de nada…
La desaprobación de Enrique Peña Nieto no tiene precedentes: 73%. Eso marca la más reciente encuesta de Parametría. Apenas 2 de cada 10 mexicanos aprueban la forma en que el mexiquense hace su trabajo. Y falta medir el daño que se provocó con la insensatez de que Trump visitara Los Pinos: creo que el Presidente yacerá pronto más cerca del 10 que del 20 por ciento de aprobación.
El caso que se le asemeja más fue el de Ernesto Zedillo en 1995 con el desastre económico que provocó. Los mexicanos le recetaron un 60% de desaprobación. Cinco años más tarde la gente, harta del PRI que cada seis años heredaba a los ciudadanos una nueva crisis económica, echó de Los Pinos al partido del entonces presidente.
Vicente Fox tuvo su peor momento con un 41% de rechazo a mediados de 2005, cuando promovió aquella estulticia del desafuero de Andrés Manuel López Obrador. Felipe Calderón vivió su crisis con un 38% de desaprobación a mediados de 2011, en una de las épocas más virulentas de la guerra contra el narco.
¿Qué hizo entonces Peña Nieto para que lo reprueben así? La mediocridad de las finanzas en los bolsillos es algo que la gente castiga: solo 13% de la gente piensa que la economía ha mejorado. El 63% considera que la labor presidencial ha sido mala o muy mala en cuanto a la generación de empleos. El mismo porcentaje cree lo mismo sobre la lucha contra el hambre y 65% opina igual en lo relativo al combate a la pobreza.
La inseguridad es otro aspecto severamente castigado: su desempeño en la disminución de la delincuencia es calificado como malo o muy malo por 67% de la gente.
Y el otro tema, que me parece fue el que hizo explotar a la gente, es la percepción de corrupción: solo 14% aprueba su trabajo en ese rubro. El escándalo de la casa blanca a finales de 2014 marcó el primer despunte importante de su impopularidad y la primera caída vertiginosa de su aprobación.
Que los votos contaran y se contaran bien fue la principal demanda de los mexicanos durante décadas. Era la principal agenda política. Hartos de la inseguridad y la economía, los ciudadanos no toleran ya la corrupción, como antes no toleraron más los fraudes. Conflictos de interés, robar, ostentar, todo eso ya no es permisible. Nunca debió serlo. La corrupción es la nueva agenda.
Si entienden eso, al fin habrán entendido mucho. O algo
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