Para empezar esto ya es cosa juzgada: la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha determinado que en México cualquier persona tiene derecho a casarse sin que importe su orientación sexual. Hombres con mujeres, mujeres con mujeres, hombres con hombres. Y si alguien, en cualquier entidad, se ve obstaculizado por alguna autoridad para ejercer este derecho, tiene la posibilidad de acudir a un amparo para que se le garantice lo que la Constitución le otorga.
Punto.
La iniciativa de “matrimonios igualitarios”, enviada al Congreso de la Unión por el presidente Enrique Peña Nieto (para mí la más trascendental de su sexenio para construir un país incluyente), lo que pretende es que haya una legislación federal acorde con lo que determinó la Suprema Corte.
Hace unos días, durante su Informe presidencial town hall, el Presidente hizo un llamado a los miembros del Poder Legislativo para que no congelen ni metan a un cajón su iniciativa (supongo que quiso decir que no la regresen al closet, pero se contuvo), como lo han hecho hasta ahora, particularmente los priistas, los tribunos de su propio partido, que en ese tema han traicionado a Peña Nieto y lo han dejado solo, como lo han hecho en tantos temas.
Lo que más me llama la atención ahora, además de esa actitud del medievo de la mayoría de los legisladores (espero que quienes se dicen de izquierdas aprovechen la coyuntura e impulsen de inmediato la iniciativa presidencial o una similar), es lo que ocurre en las calles y en las redes sociales. El sábado marcharon miles de personas en una veintena de estados para manifestarse contra la propuesta presidencial y protestar por lo que se enseña en algunos libros de texto en temas de reproducción y familia. ¿Y qué pasó? Que se les lincha por ejercer un derecho. Una aberración entre quienes se dicen liberales y que exigen… ¡tolerancia!
Esa gente conservadora que salió a las calles tiene derecho a defender sus creencias y sus ideas, así nos parezcan retardatarias a muchos de nosotros, los que nos consideramos liberales. Ahora resulta que los que nos decimos progresistas exigimos que, a los que opinan diferente… ¡se les encierre en el clóset!
Es verdad que estimulan odios, fobias, discriminación; es cierto que han mentido, calumniado, injuriado; que han sido procaces y hasta escatológicos; que han asustado a mucha gente, que no pocos obispos y jerarcas están rebasando la línea de lo que la ley les permite, pero, ¿no peleamos por un país de libertades quienes apoyamos las iniciativas gay?
A los oscurantistas se les combate con ideas y con información, no pareciéndonos a ellos, no siendo igual que ellos. Digo…
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