Política

El PRI no solo es un partido, es una cultura

  • De paso
  • El PRI no solo es un partido, es una cultura
  • José Luis Reyna

El PRI, ese viejo partido, celebró un cumpleaños más. Un festejo, como en los viejos tiempos, al que no fue invitada la autocrítica; habría echado a perder el festín. Una conmemoración que sirvió de marco para subrayar que los logros y avances de nuestro país se deben a sus preclaras iniciativas distribuidas a lo largo de tanto tiempo. Una conmemoración donde los males que nos aquejan se deben a otros actores políticos, pero no al PRI, ni a su militancia y menos a su clase política: al PRI, según el PRI, le debemos todo.

Es innegable que la historia política contemporánea de México no puede entenderse sin el PRI y sus antecesores, el PNR y el PRM. Esta institución política hilvanó 11 victorias presidenciales seguidas (1934-2000). En todo este periodo, incluyendo además los dos sexenios panistas, no ha habido interrupción ni desestabilización algunas de las administraciones presidenciales. Todas han llegado, unas más golpeadas que otras, al final del trayecto. Peña Nieto se irá hasta el 30 de noviembre del año entrante, pese a la adversidad que enfrenta.

En los 88 años del partido de Estado, sin embargo, nunca llegó tan maltrecho como ahora se encuentra. Sobrevivió a la alternancia en el año 2000 y digirió su peor derrota en 2006. Regresó en 2012, en buena medida por la mediocridad de las administraciones panistas. Su retorno lucía como la inauguración de una nueva época para el país; sin embargo, después de dos años (hasta 2014) de generar una gran expectativa (the mexican moment) se inició su naufragio. El PRI no ha sido capaz de superar sus viejos rasgos; por el contrario, los ha acentuado: la corrupción, la impunidad, la simulación, la falta de transparencia, la verticalidad autoritaria, el cuatismo, el despilfarro de las finanzas públicas, todos ellos ingredientes que han contribuido a edificar una singular cultura política. Éste es su verdadero legado. Esa cultura es el eje del sistema político. Todos, no solo el PRI, la practican.

El desastre priista se debe a la insensibilidad del gobierno de la República para aceptar, en su momento, los errores y abusos cometidos. Empezó con la casa blanca; un agravio a la ciudadanía. No hubo, además, un vínculo sólido con la sociedad: se divorciaron, lo que erosionó la credibilidad del régimen. La corrupción a escala local (Veracruz, Nuevo León, etcétera) ha dañado la legitimidad de los gobernantes. Se denuncia y se persigue, pero no hay resultados.

En la celebración priista no se hizo alusión alguna sobre los indebidos usos y costumbres de nuestros ilustres políticos, los que son el factor explicativo más importante del muy probable desastre que se avecina. La cultura del partido le permite incluso afirmar que “la oposición no está lista para gobernar”: solo ellos, en consecuencia, tienen el don. Al hacerlo echa manos de ese artilugio que lo distinguió: su hegemonía como partido de Estado y el autoritarismo con el que gobernó. Es una cultura que por décadas fue ensamblada. Se encuentra resquebrajada pero, por desgracia, todavía sigue ahí.

jreyna@colmex.mx

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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