Hasta ahora, solo diez mujeres han presidido diversos países en América Latina; tal hecho ha acontecido en los últimos 40 años. Las señoras mandatarias han sido más bien una gran excepción, no una mínima regla. En más de 200 años de independencia de la región (con la excepción de Cuba cuya emancipación, a medias, se dio hasta 1898), la presencia política femenina ha sido poco relevante en las historias del poder ejecutivo de nuestros países. Se puede acudir al machismo, como factor explicativo, cuyo objetivo es socavar el vigor y la presencia de la mujer en cualquier ámbito de la vida cotidiana. Una explicación, sin embargo, entre muchas otras. El punto central es que no hay casi cabida para ellas en las estructuras de poder. Esta situación, empero, empieza a revertirse. La mujer tiende a ganar espacios en diversas áreas del poder político; en el mundo y en América Latina, las mujeres ya tienen una presencia.
Hay casos en que la mujer ha sido inseparable del presidente de una nación. Un buen ejemplo sería la señora Carmen Romero Rubio, esposa de Porfirio Díaz. Se casaron en 1881. Él era mayor por 34 años. Ella lo acompañó, en las buenas y en las malas, hasta su fallecimiento, en París, en 1915. Pero, con razón o sin ella, la señora estuvo siempre al margen del poder por un espacio de casi tres décadas. Fue una digna primera dama de 1884 a 1911. Ninguna decisión política tomada durante el porfiriato puede implicarla.
Otro ejemplo fue Eva Duarte, esposa del presidente argentino Juan Domingo Perón. Sin embargo, a diferencia de la señora Romero Rubio, Evita, como solía llamársele, jugó un papel protagónico durante el mandato presidencial de su esposo. Como primera dama desempeñó un papel político muy activo. Fue presidenta del Partido Peronista Femenino y encabezó un movimiento social que pretendía reivindicar a los desposeídos, a los “cabecitas negras”, e hizo de su figura un poder político, casi independiente (o propiciado por) el poderoso Perón. A su muerte, en 1952 a la edad de 33 años, Argentina no había perdido a su primera dama; de hecho perdió el rumbo. No hay duda que el general Perón y, sobre todo Eva, tenían la intención de fundar una dinastía presidencial. La muerte de ella cercenó el proyecto. Sin mucho riesgo de error, Eva fue casi la primera presidente de un país.
El general Perón fue derrocado en 1955. Se exiló en España por casi 17 años. Hizo intentos varios por regresar a Argentina que resultaron fallidos. Sin embargo, en 1974, después de vencer un sinfín de vicisitudes, se postuló como candidato presidencial y ganó la elección. Llevó como compañera de fórmula a su segunda esposa, Estela Martínez, quien se convirtió en vicepresidenta de esa nación sudamericana. La primera mujer en asumir un cargo semejante.
A la muerte de su marido, asumió la presidencia de la nación, cargo en el que estuvo por casi dos años. Se convertiría en la primera presidenta de América Latina y del mundo. Vendrían nueve presidentas más, hasta ahora.
jreyna@colmex.mx