Política

No, no es la democracia que queremos

  • De paso
  • No, no es la democracia que queremos
  • José Luis Reyna

Nuestro experimento democrático no fructifica. El proceso electoral del Estado de México, en particular, así lo demuestra. No pierden vigencia los viejos vicios, las mañas de siempre. La democracia mexicana sigue siendo una entelequia, una ilusión: una vez más la democracia no ha podido avanzar; es más, volvió a perder.

Los partidos ganan los votos no con argumentos, sino con tinacos, despensas, tarjetas rosas y promesas vacuas. Gana quien tiene más recursos y, por tanto, más tinacos que ofrecer. Después de la contienda, los ofrecimientos de campaña empiezan a esfumarse: solucionar la seguridad, crear empleos, abolir la enraizada corrupción; dejaron de ser útiles. La vida retorna a la misma pesadilla: la muerte en autobús.

Los comicios en México son muy costosos. Se estima que en las elecciones locales (las de Coahuila, Nayarit, Veracruz y el Edomex) se gastaron alrededor de 4 mil millones de pesos, engordando los organismos locales electorales y abultando el financiamiento de las instituciones partidistas. Un presupuesto proveniente del erario que enriquece a las burocracias, financia las extravagancias de los partidos y margina, como siempre, a la ciudadanía.

Nuestra democracia está enferma por los intereses de los pocos. Qué mejor ejemplo fue la descarada participación del gobierno federal en apoyo de su candidato mexiquense. El objetivo fue mantener y fortalecer el poder de un grupo privilegiado en tanto que al último quedó, si acaso fue objetivo, mejorar la calidad de vida de la gente. La democracia mexicana la practica una reducida y desacreditada élite en la que no necesariamente tiene cabida el interés de la ciudadanía. Hay participación electoral que se nulifica y/o se manipula por las reglas y las costumbres de un resquebrajado sistema político. Esa es la democracia que no queremos.

En vísperas del 2018, donde entrarán en juego intereses mayores, vale pronosticar que las mañas electorales de siempre serán menos funcionales; no tendrán el vigor que tuvieron hasta el día de hoy por que el sistema político de hoy está a punto de agotarse. La era del tinaco, la torta, la tarjeta y la despensa tendrá que cederle un lugar al argumento razonado, a un proyecto viable y benéfico para la mayoría.

La democracia no se construye con dádivas, sino con políticas públicas que beneficien a la colectividad, no a una minoría. Ese es el paso, gigantesco si se diera, que no ha tenido lugar en nuestro sistema político-electoral.

La democracia mexicana sigue atada a las rémoras del pasado; nuestra frágil democracia no ha podido sacudírselas. Las elecciones que acontecieron ayer bien pueden constituirse como un laboratorio, no para los partidos, sino para los ciudadanos, con el fin de aprender lo que podemos exigir y no solo esperar lo que, como misericordia, suele otorgar una demeritada clase política. La democracia deseable es aquella en que el interés del ciudadano cuente. Hasta ahora eso no sucede y, por ello, hay que luchar. Seguimos cobijados en un supuesto manto democrático que privilegia a unos cuantos. Esa no es la democracia que queremos.

jreyna@colmex.mx

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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