El cartujo abandona un momento la lectura de En busca de la utopía (Página indómita, 2016) para asomarse al escenario de la política mexicana. “Memorias, novelas y ensayos políticos, seleccionados y comentados por el autor”, advierte el subtítulo de este libro de Arthur Koestler (Budapest, 1905-Londres, 1983), cuyo pensamiento —dicen los editores— nos ayuda a comprender nuestro tiempo —y desde luego las circunstancias de México bajo la agujerada y desteñida carpa de las precampañas para la Presidencia de la República.
En uno de los textos, Koestler escribe: “Si estás convencido de que un oponente político conducirá a tu país a la ruina (…), ¿no es preferible olvidar los escrúpulos e intentar desacreditarle mediante revelaciones de su vida privada, incriminarlo, denigrarlo, purgarlo, censurarlo, deportarlo, liquidarlo? Por desgracia, tu oponente político estará igualmente convencido de que eres peligroso y utilizará los mismos métodos contra ti. De esta manera, la lógica de la eficiencia conduce a la desintegración atómica de la moralidad, a una especie de descomposición radiactiva de todos los valores”.
En la lógica de la eficiencia, nos previene el autor de El cero y el infinito, el fin justifica los medios; todo se vale con tal de lograr un objetivo. Y eso lo estamos viendo en nuestro país, en este momento, con asociaciones inimaginables entre partidos políticos, disfraces ridículos de algunos candidatos, promesas, mentiras y medias verdades de todos, sin excepción.
Dice Koestler: “Las palabras y los hechos deben ser juzgados por sus propios méritos y no como simples recursos al servicio de objetivos distantes y nebulosos. Esas carcomidas escaleras no llevan a ninguna parte”.
Eso lo sabemos, o deberíamos saberlo después de tantas decepciones, de tantas evidencias.
Cuestión de principios
El jueves Andrés Manuel López Obrador se refirió al criticado pacto de Morena con el Partido Encuentro Social. Su propósito —dijo— es “enfrentar a la mafia del poder”. De acuerdo con la crónica publicada en MILENIO, aclaró: “Nunca hemos hecho un acuerdo político a cambio de nuestros principios e ideales”.
Tal vez así sea. Quizá ya no existen diferencias entre izquierda y derecha, entre liberales y conservadores. Según Koestler: “El caos ideológico ha creado una inflación semántica y un mercado negro en el que al significado de las palabras se le otorga un valor totalmente distinto de su cotización oficial”, algo muy conveniente en estos días de incoherencia y de aplicación a rajatabla de la lógica de la eficiencia en la búsqueda del poder.
El Partido Encuentro Social, lo ha recordado la mayoría de comentaristas, se opone al aborto, al matrimonio igualitario, a la educación sexual, derechos defendidos tradicionalmente por la izquierda, presuntamente representada por Morena.
En su Declaración de Principios, Encuentro Social cuestiona viejas prácticas de la política mexicana: el mesianismo, el clientelismo, el paternalismo, el autoritarismo, afirma luchar para erradicarlas de nuestra vida pública y las describe:
“El mesianismo, esa ilusión nacional de que llegará un líder o un grupo de iluminados que podrán sacar del atraso a millones de mexicanos con ‘voluntad política’. El mesianismo es, ha sido y será, si perdura, una de las peores creencias culturales de nuestra sociedad. Ese líder no existe, no ha existido y no existirá. La necesidad de fortalecer instituciones políticas, económicas y sociales tendría que ser el antídoto para esta creencia cultural”.
“El clientelismo, que ve en los ciudadanos y en los electores a un cliente. Sus máximas son: qué me das, qué te doy; votos por dádivas; promesas de prebendas a cambio de apoyo; votos de hambre, de necesidad; meta alcanzada: ganar mi elección, promesa olvidada”.
“El paternalismo, el gobernante que cree que el presupuesto público es de su propiedad y entonces decide, porque es bueno, ayudar a sus gobernados con prebendas que no resuelven, pero ayudan a mitigar su problemática. El gobernante que entra en este modelo cultural tiende al populismo, en muchas ocasiones su carisma lo hace ver como un verdadero defensor de las causas populares”.
“El autoritarismo es la práctica de los gobernantes de decidir todo por todos. Todos los poderes del Estado supeditados al gobernante en turno, en el nivel que le corresponda”.
Un partido flexible
Encuentro Social es una de tantas franquicias de la política mexicana. Tiene los principios mencionados, pero puede tener otros, al gusto del cliente. Quizá, si le llegan al precio (como el Partido Verde, Nueva Alianza, Movimiento Ciudadano), podría apoyar los matrimonios entre personas del mismo sexo y su derecho a la adopción, la educación sexual en primaria y todo aquello a lo cual se ha opuesto con temblorosa enjundia. Podría mudar su oposición al mesianismo, a la existencia de un líder capaz de sacar al país adelante con su fuerza de voluntad o matizar aquello del autoritarismo de quien se cree con potestad para decidir por todos. Es un partido flexible, mientras Morena, lo sabemos, mantiene la inexorable voluntad —dice AMLO— de entender “la política como un imperativo ético”. Ajá.
Queridos cinco lectores, con una gran sonrisa después de la renuncia de Ricardo Monreal como delegado en Cuauhtémoc y la intención de regresar a este espacio el 14 de enero, El Santo Oficio les desea una feliz Navidad y un Año Nuevo lleno de logros y satisfacciones. El Señor esté con ustedes. Amén.