La desigualdad es un tema sobre el cual hay que volver a escribir, una y otra vez, con distintas variantes, pero siempre enfatizando sus efectos dañinos, que impiden a grandes sectores de población tener buenos niveles de bienestar a partir de ejercer, con plenitud, sus derechos sociales en las diferentes etapas de la vida.
La motivación para redactar estas líneas surgió con la lectura del documento La matriz de la desigualdad social en América Latina, que fue presentado en la I Reunión de la Mesa Directiva de la Conferencia Regional sobre Desarrollo Social, organizada por la CEPAL en Santo Domingo en fecha reciente.
Del documento se desprenden importantes señalamientos sobre la inconveniencia de que se mantengan los actuales niveles de desigualdad en países como el nuestro, y acerca de la urgente necesidad de reducirla para estar en condiciones de generar desarrollo y bienestar para las personas.
Ahora tomo el ejemplo de la vejez para fundamentar lo expuesto.Es una etapa de la vida donde se manifiestan los efectos acumulados de la desigualdad.
Si no se tuvo acceso a empleos bien remunerados y a la seguridad social en las etapas de juventud y adultez, se está como adulto mayor en una situación de vulnerabilidad económica, producto de los bajos ingresos derivados de la pensión (cuando se tiene), lo que los limita o afecta en su autonomía, en la convivencia familiar, en el cuidado de la salud, es decir, en el vivir una vejez digna.
Por ello, a raíz del aumento de la esperanza de vida de la población desde el siglo XX, es pertinente insistir en un cambio de rumbo, a fin de que se implementen políticas públicas orientadas a lograr una mayor igualdad.
Para el caso que nos ocupa -la vejez- es necesario entender que, al crecer el número de personas de más de 60 años en los próximos lustros, esa etapa será prolongada y compleja.
Ello requiere entender sus intereses y necesidades para promover programas, gubernamentales o no, a través de los cuales los adultos mayores puedan seguir aportando a la sociedad, al tiempo que tengan la oportunidad de gozar de los derechos que les correspondan en esa etapa de su existencia, especialmente en relación a la seguridad social para el cuidado de la salud. Menos desigualdad y más años, pero con calidad de vida, es el futuro que hay que buscar y ayudar a construir.
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