Política

El sitio de Querétaro

El 5 de febrero de 1867 los franceses evacuaron la Ciudad de México. Su comandante, el mariscal Achille Bazaine, había manifestado en público su repudio a la política de los conservadores. Con ello terminaba la guerra de Francia en México, aunque continuaba la lucha del Imperio contra la República. Unas horas antes de la salida de los franceses, en el Bajío, las tropas de Juárez habían aniquilado a las de Miramón en la batalla de San Jacinto, donde fueron apresados alrededor de 500 monarquistas, entre ellos unos 200 extranjeros, ejecutados todos ellos en el curso de una noche por orden del general Mariano Escobedo. El Imperio no tenía recursos ni tenía ya tropas. Tampoco tenía la posibilidad de reunir un congreso para decidir su suerte, como había sido dictado en Orizaba. Maximiliano, entonces, resolvió parapetarse con sus hombres en una ciudad fiel a la monarquía para, desde ahí, salir al norte de país en busca de Juárez. El 13 de febrero partió con sus hombres a Querétaro. Todos los que lo rodeaban eran mexicanos. En el trayecto, vestido con el uniforme de general, montado sobre su caballo Orispelo, anunció que había tomado el mando de las tropas del Imperio.

El 19 de febrero, por la mañana, sus hombres divisaron los campanarios de Querétaro. La ciudad, baluarte del catolicismo, era una buena elección desde un punto de vista político, pero, rodeada de colinas, una mala elección desde un punto de vista militar. Así lo vio el príncipe Félix Salm-Salm: “Es el peor lugar en el mundo para defender”, dijo, “pues todas las casas pueden ser alcanzadas por fuego desde las montañas del alrededor”. Maximiliano dispuso los preparativos para la defensa. Tenía soldados bien equipados, aunque divididos por las rencillas entre Miramón, comandante de la infantería, y Márquez, jefe del Estado Mayor. Los queretanos, que lo querían, lo notaban muy nervioso. Fumaba sin descanso. Madrugaba para dictar cartas a su secretario, José Luis Blasio. Más tarde despachaba sus asuntos, hasta pasadas las 9 de la noche. Antes de dormir, para reposar, jugaba un poco de billar o de boliche. Al comienzo del sitio de la ciudad, el 13 de marzo, instaló su cuartel en el convento de la Cruz. Era temerario en los combates. Buscaba sin duda una bala que pusiera fin a su desgracia.

Maximiliano tenía 8 mil hombres para defender Querétaro. A fines de marzo, en busca de refuerzos, mandó a más de mil hacia la capital, bajo las órdenes de Márquez. Todo empeoró a partir de ese momento. Los refuerzos no llegaron. En abril, los techos de plomo del teatro fueron transformados en proyectiles; las campanas de las iglesias, a su vez, acabaron convertidas en obuses. El emperador tenía que comer un pan que fabricaban las monjas con la harina de las hostias. El agua comenzó a escasear a principios de mayo, luego de que los republicanos volaran el acueducto. Las deserciones eran cotidianas. Maximiliano, entonces, decidió romper el cerco para tratar de salir hacia la Sierra Gorda. La víspera, sin embargo, pospuso su decisión. Acababa de tener una reunión con su compadre, el coronel Miguel López. Le pidió entregar la plaza. Era el 14 de mayo. A la una de la mañana se retiró a dormir, tres horas más tarde se despertó con la voz de que la ciudad estaba en poder de los republicanos. Poco después fue capturado.

*Investigador de la UNAM (Cialc)
ctello@milenio.com

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Carlos Tello Díaz
  • Carlos Tello Díaz
  • Narrador, ensayista y cronista. Estudió Filosofía y Letras en el Balliol College de la Universidad de Oxford, y Relaciones Internacionales en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Ha sido investigador y profesor en las universidades de Cambridge (1998), Harvard (2000) y La Sorbona. Obtuvo el Egerton Prize 1979 y la Medalla Alonso de León al Mérito Histórico. Premio Mazatlán de Literatura 2016 por Porfirio Díaz, su vida y su tiempo / Escribe todos los miércoles jueves su columna Carta de viaje
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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