Debo confesar que me gustan las fotomultas.
Todas las noches soy testigo de su eficiencia. Entre MILENIO y mi casa, a eso de las 11 y cuarto de la noche, el segundo piso de Periférico avanza casi sin tráfico. Desde el distribuidor vial hacia el sur aquello es un paraíso para las carreras, para acelerar, para disfrutar del acelerador. De hecho, lo fue algún tiempo. Si uno va hacia el sur puede ver algo similar en sentido contrario.
Ya no.
Siempre hay, por supuesto, un energúmeno que nos rebasa a todos, pero irremediablemente vemos el flash de la cámara que atrapa sus placas. Algunos sonreímos.
El año pasado se pusieron 851 mil multas gracias a una fotografía. Para poner el asunto en contexto, ese es más o menos el mismo número de multas que se pusieron en todo 2012, sin fotomultas, solo policías de a pie y grúas.
Encabezando la lista de más fotomultas está pasarse el alto. No muy lejos, hablar en el celular. Dos conductas que cuestan vidas, que provocan accidentes.
Según el Gobierno de Ciudad de México, desde que empezó el programa el homicidio culposo por accidentes de tránsito se ha reducido 17.5 por ciento, las lesiones culposas 4.4 por ciento.
No está mal.
Nuestra historia con la policía y el tránsito no es sencilla.
Como lo he escrito aquí en otras ocasiones, cuando llegó López Obrador a la Jefatura de Gobierno, encontró que su policía tenía una pésima imagen por corrupción. La mordida era cosa de todos los días, no había ningún respeto para los de Tránsito. Las oficinas de licencias eran una olla de transas. La solución fue quitar la interacción entre policía y ciudadano, por años en la ciudad, era un milagro que un tránsito lo detuviera. En las oficinas de licencias, desde entonces, se regalan las licencias más allá que usted sepa manejar o no. En el sexenio de Marcelo Ebrard se creó un pequeñísimo cuerpo policiaco que era el único autorizado para multar. Por supuesto, no sirvió de nada.
Todos estos años sin autoridad nos han convertido en unos cafres. Nuestro tráfico infernal, nuestro elevado número de accidentes tiene, también, que ver con eso.
Nuestras calles son peligrosas.
Los primeros datos dicen que las cámaras sirven.
Frente a la reciente decisión de un juez, más valdría que el Gobierno de Ciudad de México modificara su sistema para hacer más sencillo el procedimiento de queja y no judicializar el asunto hasta el infinito.
Es decir, no hay que tirar al niño con el agua sucia.
Twitter: @puigcarlos