Cuando brotó el descomunal escándalo sobre los abusos sexuales cometidos por años contra niños, adolescentes y mujeres por parte del enfermo criminal Marcial Maciel y sus actos de corrupción, el Vaticano decidió voltear la cara, aplicando medidas de encubrimiento e impunidad, con el presunto objetivo de no exhibir y debilitar a una Iglesia en crisis, ni perder el cuantioso flujo de recursos proveniente de los Legionarios de Cristo y los acaudalados amigos de Maciel, que alimentaba la necesaria labor pastoral.
Hay que recordar tan sólo que el 5 de febrero del 2014, el Comité de Protección de los Derechos de los Niños de la ONU concluyó que los altos jerarcas de la Iglesia Católica desarrollaron continuadas políticas que, en la práctica, protegieron a muchos sacerdotes pederastas y se olvidaron de los derechos de quienes sufrieron terribles abusos. Como era de esperarse, el informe no gustó al Vaticano y los eclesiásticos más beligerantes instruyeron a sus medios para que desacreditaran el documento, al grado que en México el semanario Desde la Fe, órgano oficioso de la arquidiócesis encabezada por Norberto Rivera Carrera, cínicamente acusó que todo se reducía a presiones de grupos antagónicos de la Iglesia católica.
Pues bien, idéntica estrategia han seguido en Los Pinos durante los últimos años, en relación con los abusos criminales y la corrupción rampante, de pseudopolíticos priistas y panistas. La estrategia del avestruz, en la que todos convienen que no es prudente investigar a nadie para no abrir la caja de Pandora, dejar las cosas como están y dejar que los hechos conocidos por todos se desvanezcan entre el mito y la fragilidad de la memoria histórica.
El problema para los empoderados es que siempre olvidan que la verdad al final se impone y termina por detonar delitos tan graves y escandalosos, que no les queda de otra más que sumarse hipócritamente a la indignación de la sociedad y autorizar la persecución de sus socios criminales, a cambio de no someterse ellos mismos a la justicia por sus corruptelas menores.
Entonces oímos a personajes encumbrados, dueños de casas multimillonarias "adquiridas" a precios de multifamiliares, de miles de permisos de taxis obtenidos con una facilidad pasmosa o de recursos ilimitados para viajar al extranjero cada semana para visitar a su familia, señalar a los ladrones impresentables de sus mismos partidos y exigir que ahora sí los aprehendan, para que devuelvan parte de lo que se llevaron y purguen sus pecados (los de todos) a cambio de sentencias menores, impugnables en amparo.
De nada sirven ya sus complicidades pasadas ni las carretonadas de dinero que los Duarte, los Yarrington, detenidos con el time in adecuado (farsa grosera para dar atole con el dedo a los mexicanos); los Padrés, los Medina, los Borge, los Reynoso Femat, los Bribiesca, los Zavala, entregaban a sus partidos, para financiar campañas, dirigencias partidistas y excentricidades.
A estas alturas, el problema ha reventado de tal manera que ya no importa que la crisis sea mayúscula, superior a la que intentaban evitar inicialmente con su encubrimiento. La sociedad ha relacionado finalmente que la mayoría de sus problemas (inseguridad, desempleo, inestabilidad económica, pobreza) tienen una raíz común: la corrupción de la clase política. Entonces, los políticos oportunistas de siempre salen a rasgarse las vestiduras y a jurar que ahora sí, de verdad, pondrán un alto a la corrupción y sanearán a la sociedad. Justicia a conveniencia para tratar de engañar a la gente y salvar sus posiciones. Como la víbora que se muerde la cola. La historia de Lampedusa.
Su problema es que ya nadie les cree. Y así, aunque nos den a conocer que "recientemente" detuvieron a Yarrington y al risueño Javier Duarte, con quien seguramente negociaron la libertad de sus familiares por una corta, pero muy corta estadía en chirona, aunque devuelvan sus mansiones o renuncien a sus cargos, su popularidad electoral se seguirá desplomando, arrastrando a los partidos y militantes que traicionaron por sus ambiciones desmedidas.
No les quepa le menor duda, que en estas concertadas detenciones estos pájaros de cuenta salgan con la cantaleta de Yunes, para pringar con una declaración escatológica al puntero en las elecciones presidenciales, paladín de la verdadera izquierda, me refiero a AMLO, olvidándose de que en cadena nacional y ante los corifeos de Televisa, López Dóriga y Adela Micha, EPN afirmara que la "nueva juventud priista" (sic, prianista?) estaba compuesta por jóvenes talentosos contra los que hoy los mexicanos tenemos algo personal, diría mi amigo Joan Manuel Serrat, se trataba de una nueva casta de jóvenes priistas honestos, trabajadores, transparentes, y de primer nivel. ¡Chulada de gobernadores!, diría el inefable Loret, partidario del tinglado previo a la huida concertada de Duarte.
¿Qué pasa entonces con la militancia de base?, esa, la traicionada y congruente con lo que la política y la lucha democrática debe ser, la que ha decidido cobrarse las afrentas y voltear abiertamente hacia una última esperanza para salvar en unidad a este país del despeñadero al que sus "líderes" lo empujaron, esta panda de cínicos crápulas, sin principios ni llenadera, que hoy se atreve a hablar de deserciones, deslealtades, oportunismo y traiciones (¡ellos, los que traicionaron a Madrazo y a Josefina!), al mismo tiempo que como cerdos y marranos en chiquero, intentan ensuciar ese movimiento social y quienes lo apoyamos, acusándonos impúdicamente y sin pruebas de ser igual o más corruptos que ellos, literal, olvidando, como dijera un buen amigo con la integridad y el valor que le caracterizan, que "hay de acuerdos a acuerdos". Veremos pronto. Lo digo sin acritud, ¡pero lo digo!
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